4/10/09

Clamoroso silencio.


La casi plena falta de libertad, efecto de una emancipación asfixiante, se ofrece en numerosas formas. Se trata de la aparente paradoja de una liberación masiva e indiferenciada, una libertad total, que reduce, contrae y, finalmente, aniquila cualquier movimiento realmente libre. Un aspecto de esta plena liberación negativa consiste en la luminosa evidencia de ciertas presuntas verdades: la plena verdad correspondiente a la plena libertad. Pero en el orden humano cualquier plenitud está atravesada de un índice negativo y sólo puede juzgarse un estado límite no sólo inalcanzable, sino también y por lo mismo indeseable.
Estas evidencias y su luz absoluta no se limitan a algún campo determinado, afectan a la entera visión contemporánea del mundo. Tersos ideologemas, que esconden sin huella sus junturas, han fraguado el orden en que nos movemos, desde su cenit los derechos del hombre emiten su brillo cegador. Todo es luz en el mundo sin historia del presente final y definitivo.
Una luminosa nada que esconde una sombra interior: bienestar y consumo infinito; pero detrás un enorme vacío que trasluce bajo las sonrisas juveniles, tras el perfumado aliento y el cuerpo elástico. Una debilidad asilvestrada y bárbara con apariencia suficiente y engreída seguridad.  Son los más jóvenes quiénes más se hunden en la luz sin matices del tiempo realizado. Sucesivas generaciones que han llegado a desconocer cualquier posibilidad de un mundo, enteramente envueltos y transidos de evidencia y certidumbre, nuevas cohortes dispuestas al siguiente paso hacia nuestro abundante y perfecto abismo de luz.
Sin asumir en detalle una posición que es problemática, resulta imprescindible a día de hoy evocar y discutir a las viejas grandes figuras.

"...conviene subrayar lo que hace verdaderamente interesante la crítica joseantoniana. Denuncia, sin duda, las contradicciones internas del capitalismo, pero no ataca tanto sus mecanismos como el espíritu mismo del sistema. La esencia del capitalismo consiste en sustituir el fin primero de la economía, que es la satisfacción de las necesidades reales del hombre, por una ilimitada demanda de beneficios, la cual le arroja al círculo vicioso del "productivismo": producir más para consumir más, consumir más para producir más. Como el producto es la suprema realidad, el objetivo de la actividad humana resulta de ahí una degradación del trabajo, un servilismo del hombre a los mecanismos económicos, que no tienen al hombre como fin. Deshumanizado, desarraigado, arrancado de sus ambientes naturales de vida y pensamiento, el individuo queda sometido a un sistema económico que le niega. Y más todavía, la historia contemporánea, demuestra que el capitalismo siempre considera al hombre como una herramienta o lo define, al modo marxista, como un ser que tiene necesidades. Todo queda reducido al mundo económico como si todo descansara efectivamente ahí, como si el desarrollo de una nación consistiera sólo en el hecho económico. Todo se basa en una ideología económica que conllevaría ipso facto un desarrollo moral. Como el "progreso" es un hecho humano y cultural a la vez que individual y colectivo, no se puede tomar como único término de referencia el crecimiento económico, desligándolo del estancamiento o de la regresión social y humana.
Por el contrario, para José Antonio es conveniente renovar los valores que dan sentido a la vida y restituir a cada uno los bienes que le son indispensables para realizar su destino. Hace un llamamiento a los "valores eternos", fundamentalmente cristianos, que históricamente se han traducido de diversas formas según las épocas: el ideal nacionalsindicalista no es más que la forma de valores humanos eternos adaptada a los problemas contemporáneos"
(Arnaud Imatz)


2 comentarios:

Alfonso dijo...

Curiosamente, hemos coincidido, en parte, creo, en el asunto que teníamos entre manos. Yo estoy dando los últimos retoques a una nueva entrada que comenta también la ausencia de horizonte, producto de la perdida de profundidad histórica; el que el mundo de hoy quiera vivir en un presente sin complicaciones. Pero lo mío es más liviano, no cala tan hondo como tú. Un saludo

Escoliasta dijo...

Todo el preámbulo no es más que un pre-texto para citar al que ha pasado de ausente a innombrable.

DE LA NADA, QUE AVANZA

Ese título es casi un lugar común, el desierto debiera habernos asfixiado ya. Acaso lo ha hecho. Me miro las manos, nervudas y cruzadas de v...