24/2/11

ubinam gentium sumus...

Pido disculpas por traer aquí una nota extraída de la nada recomendable prensa diaria. El ministro de defensa del gobierno alemán ha sido acusado de plagio. Su tesis doctoral, presentada en la Universidad de Bayreuth, ha sido desechada por contener en torno a diez páginas copiadas, sin mención de las fuentes. La ironía empieza por el nombre mismo del ministro: zu Guttenberg. 
Pero lo más sorprendente es el tratamiento que la noticia tiene entre nosotros. No nos resulta comprensible que haya tenido lugar una descarnada sesión de preguntas y acusaciones en el Bundestag por semejante acción. Lo entenderíamos, al parecer, si respondiera a errores en la guerra de Afganistán o a los casos de abuso en cierto buque escuela...
El desorden en nuestra estimativa es sólo un momento más de la completa corrupción en la que nos encontramos. En la balumba sin estructura de nuestra existencia disponemos prioridades en casillas separadas, según una analítica carente de criterio. Un grado tal de corrupción no parece haberse alcanzado en la Alemania de nuestros días, como muestra, precisamente, el rigor con que se trata la grave acusación de la que Herr Karl Theodor zu Guttenberg es objeto. Supongo que, entre nosotros, Platón será juzgado un imbécil cuando afirma que la corrupción de la ciudad comienza por la música.

19/2/11

¿Funciona, de hecho, la psicología empírica como una fenomenología del comportamiento?

A finales de los años ochenta se planteaba esta cuestión Juan B. Fuentes, con ocasión de la edición española de la obra de E. Brunswick (1903/1955). El breve estudio que lleva este título, publicado como pórtico a la traducción de la obra de Egon Brunswick (The Conceptual Framework of Psychology), es la raíz de una importante obra en curso. 
De entre la literatura fenomenológica o afín a la fenomenología podrían, sin duda, extraerse páginas en defensa de la afirmativa respuesta a esta cuestión. Hallo ahora, de pasada, un lugar de interés en la obra recientemente traducida de Günther Anders que me remite a aquella cuestión y multiplica las indicaciones relativas no sólo al estatuto gnoseológico de la psicología, sino - a partir de aquí - también a la figura de una gnoseología general.
"12. Refutación de la objeción. a) Ninguna expresión es "sólo metáfora"
 Empezamos con el reproche de que nos dejamos engañar por una metáfora.
¿En qué consiste ese reproche? ¿Qué significa la afirmación de que una descripción de una realidad psíquica es "exclusivamente metafórica"? ¿Existe algo así?
¿Es el hombre que llamamos "claro", realmente "claro" sólo en sentido figurado? ¿Es la melancolía (Schwermut: ánimo pesado) sólo una expresión figurada? ¿Es figurada porque "pesado" se aplica sólo a objetos físicos? ¿Por qué sólo a estos? ¿Dónde está dicho que el significado "pesado" se haya establecido para caracterizar cualidades físicas?.
Cuando los psicólogos desacreditan el valor predicativo de estas expresiones y admiten, con voluntaria resignación, que saben exactamente que no hay que tomarlos demasiado en serio cuando utilizan esas expresiones metafóricas, lo hacen no tanto por una reflexión metódica real sobre la esencia de sus objetos cuanto porque están amedrentados por el rigor y la autoridad que ellos mismos reconocen a sus hermanas mayores, las ciencias de la naturaleza. Y de esa manera se equivocan, pues la esencia de sus objetos, los psíquicos, pierde totalmente su sustancia sin su carácter lingüístico: la manera como una realidad psíquica es descrita por el alma pertenece a la esencia de esa realidad misma. Cuando el alma melancólica es descrita como "pesada" y se reconoce en esta palabra, con cuya ayuda se hace entender por sus congéneres, eso es una prueba de que el "ánimo" de la melancolía se siente efectivamente como "pesado". La idea de no ver en la expresión nada más que una etiqueta pegada a la melancolía y extraída de una realidad de otra preveniencia, parte del presupuesto tácito de que el alma encuentra sus expresiones de la misma manera que la industria los nombres de sus artículos de marca. La descripción es más bien una parte real de la melancolía misma. Y si se admitiera que se tratara de etiquetas extraídas y pegadas, el hecho de que el alma opte por ésta y no otra etiqueta para caracterizar su propia situación, demostraría que se reconoce de hecho en ella.
Dicho de otra manera: la desconfianza ante las metáforas se basa en el error, que se reconoce como válido sin más, de que las diversas provincias del conocimiento son autónomas y se hallan herméticamente cerradas entre ellas y de que el pequeño tráfico fronterizo entre esas provincias está prohibido al menos para los expertos, es decir, para los científicos. Huelga demostrar que tal psicología es absurda, que las expresiones importadas supuestamente de provincias tan extrañas son comprensibles sin más. Y viceversa: el hecho de als expresiones importadas supuestamente de provincias extrañas sean comprensibles sin más demuestra que las fronteras están muy abiertas.  En la vida cotidiana el científico tampoco puede arreglárselas un solo momento sin las metáforas que ha desacreditado; y tampoco es capaz de cuestionar que al menos estas cumplan de la manera más notable esa función sustitutiva de transmitirnos algo comprensible a posteriori sobre fenómenos, que se oponen a una formulación "no metafórica". Este hecho debería hacernos recelar, pero no de las metáforas - eso es lo que hace todo principiante, que sólo ha oído campanas del rigor de las ciencias - sino ser recelosos contra la legitimidad de nuestro recelo contras las metáforas. Está fuera de lugar quejarnos de que no llegamos a la realidad del alma a causa de que el lenguaje es "sólo metafórico"; al contrario, precisamente, en el factum de la metáfora tenemos a disposición uno de los rasgos más esenciales del alma misma"
(Günther Anders. La obsolescencia del hombre.Sobre el alma en la época de la segunda revolución industrial. Vol I.Pre-Textos. Valencia 2011. pág. 88 y 89)


17/2/11

Restauración y Otro - Tiempo

Somos indudablemente reaccionarios, pero, por nuevos, paradójicos reaccionarios. Dialécticos de la reacción que buscan la metafísica que resuelva su posición. Mal nos reconocemos en el adjetivo que se nos atribuye. No profesamos esta reacción, como el maestro Gómez Dávila, a sabiendas y deleitándonos en la metafísica históricamente arrumbada. Buscamos una metafísica nueva y nos sorprende un calificativo que hemos de aceptar, dada su presencia cotidiana.
"En el citado congreso le ocurrió a quien esto escribe lo siguiente:
En conexión con lo que él denomina analfabetismo post-literario, describió el actual diluvio global de imágenes: que por todas partes y con todos los medios de la técnica de reproducción (con hojas ilustradas, films, emisiones televisivas), se invita al hombre actual a quedarse con la boca abierta ante imágenes del mundo, o sea, a la participación aparente en todo el mundo (es decir, en lo que debe de ser para él "global"); y, además, que se le invita más generosamente cuando menos se le ofrece la comprensión de los contextos del mundo, cuando menos se le admite en las decisiones importantes sobre el mundo; que, como se dice en un cuento molúsico, se le "embotan los ojos", o sea, cuando menos tiene que decir, más se le da a ver; que la iconomanía, en la que se le ha educado mediante esta inundación sistemática de imágenes, pone de manifiesto ya hoy todos esos tristes rasgos, que acostumbramos unir al voyeurismo, considerado sensu stricto; que las imágenes, sobre todo cuando sofocan el mundo con su proliferación, a menudo conllevan el peligro de convertirse en aparatos de entontecimiento, porque, en cuanto imágenes y a diferencia de los textos, en el fondo no dejan ver ningún contexto, sino siempre únicamente trozos de mundo desgajados, o sea, que, mostrando el mundo, lo velan. Después de que el autor explicara esta asociación de ideas - esto es, como pura descripción, sin ninguna propuesta terapéutica - ocurrió que fue tildado de "reaccionario romántico" precisamente por un representante del juste milieu. Esta calificación lo dejó perplejo por un momento, pues ser sospechoso de reaccionario no es para él una situación precisamente familiar. Pero sólo fue un momento, quien lo había apostrofado así, dejó claro en la discusión inmediata lo que quería decir. "Quien saca a la luz tales fenómenos y efectos", explicó, "critica. Quien critica perturba tanto la marcha evolutiva de la industria como del consumo del producto; al menos tiene la intención naïf de provocar ese trastorno. Ahora bien, como la marcha de la industria, así como del consumo han de seguir adelante cueste lo que cueste (¿o no es así?) la crítica es eo ipso sabotaje del progreso y, por tanto, reaccionaria".
No podía quejarme, pues esta explicación había dejado algo de claridad. Me pareció particularmente instructiva, porque demostraba la robusta resurrección del concepto de progreso que, inmediatamente tras la catástrofe de 1945, parecía estar agotado y porque mostraba que este concepto, que anteriores épocas restauracionistas no podían ver ni pintado, ahora se había convertido en el argumento de la próspera restauración" (Günther Anders. 1956)

11/2/11

Liberal-absolutismo.

Ego Diminuto
Sería prolijo mostrar que la tan reclamada tolerancia, que se pretende hacer pasar por fundamento de un régimen liberal, constituye, en realidad, el principio fundamental del absolutismo político. Me limito a insistir en la referencia al clásico de R. Koselleck, Crítica y crisis.
Baste aquí notar que semejante tolerancia no pasa de ser  el resultado de la inicial renuncia, forzada por la potencia coactiva del Estado, a lo que Sánchez Ferlosio llama "la pasión pública de sus razones". Esto evoca inmediatamente las palabras del frondista D´Aubigné, citadas por Koselleck: "Los que están muertos quisieron dejar vivir a su conciencia, y ha sido esta precisamente la que los ha matado". La cuestión radica en seguir el curso histórico por el que el liberalismo tolerante ha logrado presentarse como contrafigura del absolutismo político y no como lo que, a nuestro juicio, es: su más perfecta culminación. Entiendo que este curso transita desde el silencio impuesto por el soberano, como condición de la paz social, al ruido masivo de un griterío tolerante, vigilado por el Estado social, como resultado de aquella paz.

"La tolerancia es un pacto perverso en el que cada parte renuncia a la pasión pública de sus razones y las convierte en estólidas e impenetrables convicciones, o sea en verdades encerradas en un ghetto, a cambio de una paz que no es concordia sino claudicante empecinamiento y ensismismada sinrazón. […] Nunca pararse en esa indiferencia o desdén definitivo que es la tolerancia."
(Rafael Sánchez Ferlosio)

4/2/11

Salud

Los grandes temas antropológicos, auténticas constantes de la literatura, pierden su carácter tópico cuando resultan vividos: el amor no correspondido, la amistad traicionada, la guerra fratricida... pero, sobre todos, la brevedad de la vida. Vemos siempre la realidad dolorosa que encierran, pero sólo cuando el lector los pronuncia en primera persona le revelan íntegramente su dimensión trágica.
Ahora bien, es la brevedad de la vida el fondo que alimenta, con su aliento trágico, todas las grandes cuestiones antropológicas. Arrastra la cuestión por el sentido de la vida humana, escondida en todo tema fundamental de la literatura antropológica, y apunta a la trascendencia. Siempre está presente la conciencia de fugacidad de nuestra existencia, pero nunca se erige frente a nosotros, o se objetiva, como cuando un viento potente inquieta nuestro débil arraigo en el mundo. Esta cuestión sólo se encarna ante la propia muerte, no debemos confundirla con el dolor ante la pérdida de los seres queridos. Se trata aquí de la propia muerte y de la propia vida, aún cuando ésta se encuentre inextricablemente entrañada en la vida del prójimo.
Entendemos entonces como nunca, lo que siempre hemos sabido: que la muerte es una dimensión de la vida. Pero también es entonces cuando creemos como nunca, lo que siempre hemos creído, que la muerte oculta, sembrada en su seno, la semilla de la vida.

DE LA NADA, QUE AVANZA

Ese título es casi un lugar común, el desierto debiera habernos asfixiado ya. Acaso lo ha hecho. Me miro las manos, nervudas y cruzadas de v...