11/2/11

Liberal-absolutismo.

Ego Diminuto
Sería prolijo mostrar que la tan reclamada tolerancia, que se pretende hacer pasar por fundamento de un régimen liberal, constituye, en realidad, el principio fundamental del absolutismo político. Me limito a insistir en la referencia al clásico de R. Koselleck, Crítica y crisis.
Baste aquí notar que semejante tolerancia no pasa de ser  el resultado de la inicial renuncia, forzada por la potencia coactiva del Estado, a lo que Sánchez Ferlosio llama "la pasión pública de sus razones". Esto evoca inmediatamente las palabras del frondista D´Aubigné, citadas por Koselleck: "Los que están muertos quisieron dejar vivir a su conciencia, y ha sido esta precisamente la que los ha matado". La cuestión radica en seguir el curso histórico por el que el liberalismo tolerante ha logrado presentarse como contrafigura del absolutismo político y no como lo que, a nuestro juicio, es: su más perfecta culminación. Entiendo que este curso transita desde el silencio impuesto por el soberano, como condición de la paz social, al ruido masivo de un griterío tolerante, vigilado por el Estado social, como resultado de aquella paz.

"La tolerancia es un pacto perverso en el que cada parte renuncia a la pasión pública de sus razones y las convierte en estólidas e impenetrables convicciones, o sea en verdades encerradas en un ghetto, a cambio de una paz que no es concordia sino claudicante empecinamiento y ensismismada sinrazón. […] Nunca pararse en esa indiferencia o desdén definitivo que es la tolerancia."
(Rafael Sánchez Ferlosio)

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