29/5/11

Anticopérnico.

En el umbral de sus "Radiaciones" alude Ernst Jünger a los siete marineros que, en el año 1633, invernaron en la isla de San Mauricio, en el Ártico. Se avinieron a permanecer allí, delegados por la Sociedad Holandesa de Groenlandia, al objeto de realizar estudios astronómicos y climatológicos. En el mismo invierno en que morían tomados por el escorbuto y el hielo, se desarrollaban episodios fundamentales de la cuestión del libre albedrío mientras los pasos orientados a la formación del Estado - primero absoluto, luego nacional, más tarde social... - avanzaban según su ritmo, ordenado al futuro recién pasado. La Razón avanzaba salvando resistencias ocasionales. En 1633 Galileo es llevado ante los tribunales. Su famosa frase "E pur si muove" indica - escribe Jünger - "que la Razón se reservará la última palabra".
Desde entonces hemos asumido plenamente la idea de que habitamos una roca disparada a gran velocidad por espacios desérticos, una velocidad y un vacío que remiten a nuestra realidad antropológica. Escribe Jünger: "Existe un determinado grado de velocidad para el cual todos los objetos quietos acaban transformándose en una amenaza y tomando la forma de proyectiles".
Me ha alarmado, sin sorprenderme, encontrar difíciles posiciones finalmente alcanzadas, en el mismo pórtico jüngeriano. Posiciones muy determinadas, en torno a las cuales rondan siempre estas anotaciones: carácter disuelto y marginal de la filosofía hoy posible, imposibilidad de resolución ante el estado presente del mundo, pero accesibilidad a una comprensión completa del hundimiento y con ello afirmación del valor singular y sin eco de la resistencia. Finalmente la sentida necesidad perentoria de una nueva metafísica o una "nueva teología en sí".

2.
"Los siete marineros son ya figuras del mundo copernicano, uno de cuyos rasgos distintivos es también la nostalgia de los polos. Su diario es literatura nueva, de la cual puede decirse, hablando en términos muy generales, que su nota específica está en que el espíritu se aparta del objeto, en que el autor se separa del mundo. Esto conduce a una multitud de descubrimientos. De tal mundo forman parte la observación cada vez más cuidadosa, la consciencia fuerte, la soledad y, por fin, también el dolor.
Desde que se halló aquel primer diario en los cadáveres de los siete marineros han sido encontrados otros muchos diarios junto a personas muertas y publicados de manera póstuma. También personas vivas permiten que la gente eche un vistazo a sus anotaciones privadas; desde que se publicaron los Dîners chez Magny no hay ya en ello riesgo ninguno. Antes al contrario, el carácter del diario se convierte en un carácter específico de la literatura. Una de las razones de esto es también, aparte de otras muchas, la antes mencionada de la velocidad. La percepción, la multiplicidad de los tonos puede acrecentarse hasta el punto de constituir una amenaza para la forma; eso es algo que nuestra pintura ha sabido plasmar con mucha fidelidad. Frente a esto, en la literatura es el diario el mejor medio. Y, además, es el único diálogo posible que subsiste en el Estado total.
Incluso en la filosofía puede tornarse hata tal punto amenazadora la situación que el opus se aproxime al cuandero de bitácora; algo de eso apunta por vez primera en La Voluntad de Poder. Son anotaciones tomadas durante el recorrido por mares donde se deja sentir la succión del Maelstrom y emergen monstruos a la superficie.Vemos cómo el timonel, mientras observa los instrumentos de a bordo, que poco a poco van poniéndose al rojo vivo, no olvida ni un sólo instante el rumbo que sigue y el destino hacia el que navega. Investiga qué derroteros son posibles, las rutas extremas, donde luego naufragará la razón práctica. La captación espiritual de la catástrofe es más temible que los horrores reales del mundo del fuego. Esa captación es un riesgo que sólo pueden correr los espíritus más osados, los capaces de soportar grandes cargas, de hacer frente a las dimensiones de los acontecimientos, bien que no a su peso. Quedar despedazado de ese modo fue el destino de Nietzsche, lapidar al cual es hoy de buen tono. Después del terremoto la gente golpea a los sismógrafos. Pero si no queremos contarnos en el número de los primitivos, no podemos hacer expiar a los barómetros los tifones. 
Poe, Melville, Hölderlin, Tocqueville, Dosotievski, Burckhardt, Nietzsche, Rimbaud, Conrad, a todos ellos se los encontrará conjurados con frecuencia en estas páginas como augures de las profundidades del Maelstrom a que hemos descendido. Entre estos espíritus están también Léon Bloy y Kierkegaard. La catásfrofe fue prevista en todos sus detalles.  Pero a menudo los textos era jeroglíficos - hay así obras para las cuales no hemos madurado como lectores hasta hoy. Se asemejan a transparentes cuyos letreros son desvelados por el resplandor del mundo del fuego.
Y una vez más ha demostrado ser la Biblia el libro de los libros, profética también para nuestro tiempo; y no sólo profética, sino asimismo consoladora en grado sumo y, por tal, el manual de todo saber, un manual que ha vuelto a hacer compañía a innumerables personas durante su paso por el mundo del horror. Al profundizar en la Biblia, no pocos habrán visto claramente que también se ha vuelto necesaria la exégesis en el sentido del siglo XX, de igual manera que se ha tornado precisa la nueva teología en sí..." (Ernst Jünger)

2 comentarios:

jcaguirre dijo...

Hola Fernando:
Te veo cada día más jungueriano. La catástrofe ha sido anunciada de mil maneras y ¿"la razón se reserva la última palabra"?... El problema de Copérnico, quizá, es no percibir que la razón no es un atributo humano sino el logos totalizador de la vida. Me da la impresión que desde el punto de vista de ese logos la razón moderna no es más que una expresión mutilada de lo humano, algo incapaz de abarcar sus posibilidades anímicas y que por universalmente crítica se transforma necesariamente en nihilista. Por ejemplo, los lenguajes de la imaginación o de la belleza y su operatividad son dificilmente comprensibles por la razón moderna. Y si, al final -pero también al comienzo y durante auqnue más discretamente- el logos pone a cada cosa en su sitio. De un modo acaso bastante diferente al que Copérnico entendiera. La catástrofe es el otro lado de nuestra mutilación, de nuestro titanismo...

Escoliasta dijo...

Hola J. Carlos. Te estoy muy agradecido por tus palabras. Nada que añadir. No sé si jüngeriano. Me pregunto cómo sobrellevan tantos el peso de la nada o es que no lo notan. ¿Es posible no sentir el vacío en el centro del pecho?. No es tener una piedra en el lugar del corazón, no es no tener corazón sino la positiva presencia de un agujero que se afirma negando.Los veo trabajar, hacer negocios, definir líneas de acción política, ofrecer programas... un ajetreo entomológico sin razón de ser.Mecánico, eficiente, útil. Me veo inútil, desajustado, ineficaz. Pero la atmósfera áspera no me permite aspirar el logos. La vida se hace muy difícil. Te agradezco mucho tus palabras.

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