4/1/10

Los Límites de las Ciencias Sociales.


En cierto punto de un famoso texto de Daniel Bell ("El advenimiento de la sociedad post-industrial". Madrid. Alianza.1976), en el que ofrece las muy diversas formulaciones de la constatación universal de un tiempo posterior al tiempo, señalada en el "post" que ha antecedido numerosos adjetivos: post-moderno, post-industrial, post-histórico, post-económico..., se ponen nuevamente de manifiesto los límites en los que se mueven las ciencias sociales. Son los límites de una modernidad que las ciencias sociales sólo alcanzan a concebir en términos modernos.
"Todos somos epígonos de los grandes maestros", declara D. Bell, a lo que - en abstracto - nada habría que objetar. Pero resulta que para determinar esta figura - la de los "grandes maestros" - se acuerda Bell de un pasaje de Edward Shills en el que puede leerse:

"Una de las mayores dificultades proviene de que no podemos imaginar otra cosa que variaciones de los temas establecidos por las grandes figuras de la sociología del siglo XIX y XX. El que la concepción de "sociedad post-industrial" sea una amalgama de lo que Saint-Simon, Comte, Tocqueville y Weber proporcionan a nuestra imaginación es una prueba de que estamos confinados a un círculo definido con ambigüedad, más impermeable de lo que debería ser" (E. Shils. "Tradition, Ecology and Institutions in the History of Sociology" en Daedalus - otoño 1970 -)

Con ello señala Bell, por boca de Shiels, el límite de las ciencias sociales. Límite que coincide con su misma posición fundamental acorde con la cesura moderna, que señala a un lado el orden de la tradición "superada" y al otro el mundo luminoso de unas ciencias sociales demostrativas pero, sobre todo, resolutivas, efectivas, prácticas. Ahora bien, esta clausura en el estrecho radio de la modernidad, que es cesura respecto de los saberes tradicionales y heredados, es una forma radical de la quiebra revolucionaria del tiempo histórico, quiebra que define la modernidad misma. Las ciencias sociales están limitadas por su posición ontológico-política a favor del nuevo mundo moderno. Por esta razón las ciencias sociales han hallado en el socialismo, en  alguna de sus máscaras multiformes, la contrafigura de la comunidad tradicional, de suerte que el socialismo genérico (sociologismo o societarismo, sería más exacto) es consubstancial al desarrollo de las ciencias sociales. En suma, el carácter Post o Pro es interno al despliegue de las ciencias sociales. Acaso así se entienda mejor la aseveración de Daniel Bell, a continuación del citado párrafo de E. Shiels.

"La única figura que el profesor Shiels deja fuera es Marx, debido quizá a que todos nos hemos convertido en post-marxistas"

Pero ¿es que el marxismo, frente al resto de grandes figuras de los siglos XIX y XX, desborda de algún modo el estrecho confín del que hablaba Shiels?, ¿puede el marxismo ofrecer base a nuestra imaginación para desbordar los viejos temas ofrecidos por las "grandes figuras" de los últimos dos siglos?.
Sólo hay un modo de superar la potencia imaginativa moderna, pero pasa por restañar la cesura revolucionaria - que define la  modernidad - entre la tradición y el luminoso mundo de las ciencias revolucionarias. Se trata de reconocer a los grandes maestros de la tradición occidental. Esto supondría ver una unidad histórica señalada que durante siglos recibió un título que repugna la imaginación moderna, a saber, Cristiandad; y además supondría desdibujar la pretendida especificidad (científica) de las llamadas ciencias sociales. Las ciencias sociales no pueden de ningún modo multiplicar su potencia imaginativa.

1 comentario:

Alfonso dijo...

He leído muy poco para aseverarlo, pero por lo poco que he leído y lo, algo más, que he oído, creo que la reducción del mundo moderno a la categoría económico-científica no es en verdad una reducción que haya que entender en sentido literal. Más brevemente: la modernidad es producto de ateos del cristianismo, no de ateos absolutos. De ahí que se sustente sobre otros tipos de trascendias sustitutorias, en las que se, si ahonda, acaba por asomar la tradición cristiana. Esto es lo que barrunto que habría que añadir a lo que dices y al capítulo 8 de la Impostura freudiana.

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