Han intentado exhumar el cadaver de Julio Robles y han profanado su tumba. Como muchos recordarán el toro Timador le cogió horriblemente el 13 de agosto de 1990 en el coso de Béziers. Un traumatismo del raquis cervical le mantuvo postrado hasta 2001, año de su fallecimiento. Algunos recordamos y recordaremos su valiente tauromaquia.
No somos entendidos en este arte, pero nos parece indiscutible que la valentía es un elemento irrenunciable en su práctica. Hemos escuchado a tertulianos de salón criticar a José Tomás porque, al parecer, es cogido a menudo, lo que indicaría un defecto de su técnica. Pero estos Sres. desconocen lo que es un animal en general, y, desde luego, jamás han tratado con un toro. Entienden este arte como una técnica, como una cuestión de cálculo de suerte que la cogida viene a parecerles un error mecánico, un fallo de procedimiento que el perito en la técnica taurina habría podido evitar. El valor para el dotado de una técnica perfecta estaría de más. Pero no, Sres. la tauramaquia no es ciencia, ni técnica, es un arte que incluye un sacrificio y en el que la valentía es constitutiva de su ejercicio porque la vida ha de estar allí siempre expuesta aunque, desde luego, no de cualquier manera. No es uno de esos deportes extremos, ni es tampoco un modo paradójicamente brutal de tratar al animal al que no simplemente se mata - pásense por los mataderos, industrias de embutidos o en general por las fábricas de alimentos y comprenderán qué significa producir carne 1 - sino que se le sacrifica. La relación con la víctima sacrificial incluye siempre un vínculo numinoso, algo al menos distinto de la relación productiva del matarife con la res.
Pero el caso es que un animal parlante ha escrito sobre la tumba del torero su consabida consigna y ha tratado de exhumar sus restos mortales. Sólo quien ignora qué es un sacrificio, puede cometer un sacrilegio; pensando, acaso, que ha llevado a cabo un acto reivindicativo, un gesto de justicia. En el orden naturalista y democrático de nuestro tiempo los restos mortales del maestro Julio Robles, serán vistos como un amasijo en descomposición, así como estos amantes de los animales ven en el toro un organismo sangrante. Incluso considerarán su sacrilegio algo menor dado que el cuerpo exhumado es ya un resto cadavérico que no sentirá placer, ni dolor; mientras el animal mugiente es todavía un organismo capaz de sentir tales placer y dolor.
Para estos animales parlantes la vida se articula íntegramente sobre estos goznes: placer y dolor. No podrían entender - dirán que hablamos de vieja metafísica - que la vida humana trasciende la mera biología. Pese a la distancia que pueda haber del bárbaro sacrílego al tertuliano existe una honda conexión entre una concepción mecánica de la tauromaquia, que reduce el arte a técnica, degradando el elemento sacrificial y numinoso a cuestión metodológica, como si trataramos de ciencia natural, y el sacrílego inconsciente. Obscurecido el componente metafísico no puede verse en la tauromaquia otra cosa que un método cruento de matarife, pero tampoco puede verse en nuestros restos mortales otra cosa que un triste amasijo. ¿Qué contemplaremos ante el cuerpo vivo del hombre? ¿qué será la dignidad si no un balance positivo en la entrada de los placeres?.
Esperemos que pueda descansar en paz el maestro y que Dios le tenga en su seno.
1. Nota. Puede verse el documental de Nikolaus Geyrhalter Unser täglich Brot.
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