30/5/10

H. Arendt.

Me atrevo a dejar referencia aquí a un magnífico ejercicio de realidad. Se trata de Hannah Arendt. Su presencia real descompone cualquier posible reserva. La cuestión es la procedencia de mis precauciones.
Véase en A Parte Rei.

24/5/10

Democracia Social.

Léase como se desee, pero entiendo que esta fórmula es mucho más precisa que su inversión - socialdemocracia - o  que cualquier otra alternativa. En todo caso, el producto es siempre el mismo, y no es bueno. El siglo pasado ha sido el del definitivo fracaso, pero la profundidad del abismo sólo con el paso del tiempo se irá calando. Pero jamás enteramente.
Yo tengo oportunidad de contemplar anualmente el inexorable advenimiento de la barbarie. Quiero decir que en mi localidad las instituciones municipales partitocráticas declaran fiestas,  que son, por tanto fiestas políticas o, lo que es lo mismo, fiestas sociales. Los ciudadanos acatan la orden y se degradan en nombre de la felicidad. El espasmo felicitario apesta a alcohol y orín y a mí, y a mi familia, nos atropella el hedor y el grito de completa libertad social. Estado de excepción, es decir, fiesta: el soberano tiene potestad para su declaración.
Me consuela pensar que tengo dispuesta una vía de escape: momentánea, frágil, e insuficiente como la vida, pero todavía bastante para ir viviéndola. Replegarse, abandonar estas fronteras y atrincherarse. No hay más: cuento con alguien.

19/5/10

Miguel Hernández.

De un artículo de Enrique García Máiquez tomo dos versos de Miguel Hernández que siempre he sabido, sin saber por qué era Miguel Hernández por mí tan querido.

Porque te quiero sin tregua
Porque mi querer no acaba en ti
Mujer: que en ti empieza.
Yo te quiero hasta tus hijos
Y hasta los hijos que tengan.
Yo no te quiero en ti sola:
Te quiero en tu descendencia

Sin saberlo. Por su sumisión a las fórmulas sacramentales, diré fundamentales, de casamiento:
Ducere uxorem liberum quaerendorum causa

18/5/10

Raíz de la afirmación.

F. Tönnies, admirado clásico de la filosofía social moderna, digamos sociología, ha sido tachado ocasionalmente de tradicionalista o conservador por su interés por las comunidades premodernas y los vínculos antropológicos fundamentales. Sin duda fue un patriota alemán. Tras el Tratado de Versalles ningún alemán pudo dejar de notar que lo era: su nacionalismo sería, sobre todo, un producto francés. Y quien hoy puede perdonarle su nacionalismo - como digo, un efecto francés, es decir, moderno - no le perdonará su adscripción fundamental que lo ubica en Alemania, pero inmediatamente en Oldenwortd, Nordfriesland.Esa procedencia, creo que sin paradoja, le llevaría - contra su recomendación de no pertenecer a organizaciones políticas - a afiliarse en 1932 al partido socialista, cuando tantos cedían al miedo. En 1925 evoca el Tratado de Versalles:
 "Un tratado de paz que se dicta al igual que una sentencia contra un criminal, a quien no se concede más derecho que el de aprobarla o repudiarla interiormente, no es tal tratado; jurídicamente, no es posible más que con respecto a los súbditos, y es, por lo tanto, nulo, a pesar de su nombre. Y especialmente es nula esa confesión de culpa, lograda bajo la amenaza de que la negación acarrearía más graves castigos, arrancada por acusadores que pretenden ser al mismo tiempo jueces; es una coacción que tiene la categoría procesal del tormento y que no ha sido caracterizada todavía como tal en toda su barbarie.
Este caso monstruoso sirve admirablemente para ponernos de manifiesto que las doctrinas del derecho natural conservan todavía una importancia real" (F. Tönnies, Kiel, verano de 1925. Prólogo a la tercera edición de su Vida y doctrina de Thomas Hobbes. Edición española de 1932, en Revista de Occidente, traducción de E. Imaz.)

10/5/10

Elementos de metafísica

De una conversación con mi hijo de dos años.
Le acompaño mientras se rinde al sueño. Antes de entregarse repite en varias ocasiones:
- Papá se va a ir.
 Le sostengo su mirada, que se hunde en el sueño, y contesto:
- No, papá no se va a ir.
Y punto.

DE LA NADA, QUE AVANZA

Ese título es casi un lugar común, el desierto debiera habernos asfixiado ya. Acaso lo ha hecho. Me miro las manos, nervudas y cruzadas de v...