A finales de los años ochenta se planteaba esta cuestión Juan B. Fuentes, con ocasión de la edición española de la obra de E. Brunswick (1903/1955). El breve estudio que lleva este título, publicado como pórtico a la traducción de la obra de Egon Brunswick (The Conceptual Framework of Psychology), es la raíz de una importante obra en curso.
De entre la literatura fenomenológica o afín a la fenomenología podrían, sin duda, extraerse páginas en defensa de la afirmativa respuesta a esta cuestión. Hallo ahora, de pasada, un lugar de interés en la obra recientemente traducida de Günther Anders que me remite a aquella cuestión y multiplica las indicaciones relativas no sólo al estatuto gnoseológico de la psicología, sino - a partir de aquí - también a la figura de una gnoseología general.
"12. Refutación de la objeción. a) Ninguna expresión es "sólo metáfora"
Empezamos con el reproche de que nos dejamos engañar por una metáfora.
¿En qué consiste ese reproche? ¿Qué significa la afirmación de que una descripción de una realidad psíquica es "exclusivamente metafórica"? ¿Existe algo así?
¿Es el hombre que llamamos "claro", realmente "claro" sólo en sentido figurado? ¿Es la melancolía (Schwermut: ánimo pesado) sólo una expresión figurada? ¿Es figurada porque "pesado" se aplica sólo a objetos físicos? ¿Por qué sólo a estos? ¿Dónde está dicho que el significado "pesado" se haya establecido para caracterizar cualidades físicas?.
Cuando los psicólogos desacreditan el valor predicativo de estas expresiones y admiten, con voluntaria resignación, que saben exactamente que no hay que tomarlos demasiado en serio cuando utilizan esas expresiones metafóricas, lo hacen no tanto por una reflexión metódica real sobre la esencia de sus objetos cuanto porque están amedrentados por el rigor y la autoridad que ellos mismos reconocen a sus hermanas mayores, las ciencias de la naturaleza. Y de esa manera se equivocan, pues la esencia de sus objetos, los psíquicos, pierde totalmente su sustancia sin su carácter lingüístico: la manera como una realidad psíquica es descrita por el alma pertenece a la esencia de esa realidad misma. Cuando el alma melancólica es descrita como "pesada" y se reconoce en esta palabra, con cuya ayuda se hace entender por sus congéneres, eso es una prueba de que el "ánimo" de la melancolía se siente efectivamente como "pesado". La idea de no ver en la expresión nada más que una etiqueta pegada a la melancolía y extraída de una realidad de otra preveniencia, parte del presupuesto tácito de que el alma encuentra sus expresiones de la misma manera que la industria los nombres de sus artículos de marca. La descripción es más bien una parte real de la melancolía misma. Y si se admitiera que se tratara de etiquetas extraídas y pegadas, el hecho de que el alma opte por ésta y no otra etiqueta para caracterizar su propia situación, demostraría que se reconoce de hecho en ella.
Dicho de otra manera: la desconfianza ante las metáforas se basa en el error, que se reconoce como válido sin más, de que las diversas provincias del conocimiento son autónomas y se hallan herméticamente cerradas entre ellas y de que el pequeño tráfico fronterizo entre esas provincias está prohibido al menos para los expertos, es decir, para los científicos. Huelga demostrar que tal psicología es absurda, que las expresiones importadas supuestamente de provincias tan extrañas son comprensibles sin más. Y viceversa: el hecho de als expresiones importadas supuestamente de provincias extrañas sean comprensibles sin más demuestra que las fronteras están muy abiertas. En la vida cotidiana el científico tampoco puede arreglárselas un solo momento sin las metáforas que ha desacreditado; y tampoco es capaz de cuestionar que al menos estas cumplan de la manera más notable esa función sustitutiva de transmitirnos algo comprensible a posteriori sobre fenómenos, que se oponen a una formulación "no metafórica". Este hecho debería hacernos recelar, pero no de las metáforas - eso es lo que hace todo principiante, que sólo ha oído campanas del rigor de las ciencias - sino ser recelosos contra la legitimidad de nuestro recelo contras las metáforas. Está fuera de lugar quejarnos de que no llegamos a la realidad del alma a causa de que el lenguaje es "sólo metafórico"; al contrario, precisamente, en el factum de la metáfora tenemos a disposición uno de los rasgos más esenciales del alma misma"
(Günther Anders. La obsolescencia del hombre.Sobre el alma en la época de la segunda revolución industrial. Vol I.Pre-Textos. Valencia 2011. pág. 88 y 89)
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