Pido disculpas por traer aquí una nota extraída de la nada recomendable prensa diaria. El ministro de defensa del gobierno alemán ha sido acusado de plagio. Su tesis doctoral, presentada en la Universidad de Bayreuth, ha sido desechada por contener en torno a diez páginas copiadas, sin mención de las fuentes. La ironía empieza por el nombre mismo del ministro: zu Guttenberg.
Pero lo más sorprendente es el tratamiento que la noticia tiene entre nosotros. No nos resulta comprensible que haya tenido lugar una descarnada sesión de preguntas y acusaciones en el Bundestag por semejante acción. Lo entenderíamos, al parecer, si respondiera a errores en la guerra de Afganistán o a los casos de abuso en cierto buque escuela...
El desorden en nuestra estimativa es sólo un momento más de la completa corrupción en la que nos encontramos. En la balumba sin estructura de nuestra existencia disponemos prioridades en casillas separadas, según una analítica carente de criterio. Un grado tal de corrupción no parece haberse alcanzado en la Alemania de nuestros días, como muestra, precisamente, el rigor con que se trata la grave acusación de la que Herr Karl Theodor zu Guttenberg es objeto. Supongo que, entre nosotros, Platón será juzgado un imbécil cuando afirma que la corrupción de la ciudad comienza por la música.
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