14/2/10

Sin respuesta

Mis hijos están viviendo a la vista de un espectáculo cuyos restos registra la imagen. No es lo peor. La muchedumbre que se reúne ante mi ventana ofrece un espectáculo mucho más lamentable que la mugre que segrega a su paso. Lo más doloroso es pasar la noche cerrados a cal y canto, como única defensa a la agresión, haciendo de la vivienda un espacio de mortificación, casi una tumba. Naturalmente la cuestión no es, a mis ojos, una cuestión política sino personal, acaso porque - como escribiera Gómez Dávila - no soy un intelectual moderno insatisfecho, sino un campesino medieval indignado. En efecto, nuestro alcalde tiene nombre propio. Es cierto que el cacique o el magnate son casi imposibles de vencer. Esto no hace menos personal la cuestión, sino más difícil - casi heróica - para el débil. Pero procedemos de familias acostumbradas a resistir al cacique. Hoy no ha dejado de serlo, sólo ha adoptado el perfil populista y el acento sin elegancia que le aporta la oclocracia. Conozco su rostro y su nombre. La única acción política posible parece que ha de adoptar la morfología misma del Estado y hacerse difusa, capilar y microfísica: uno a uno, sin dialéctica, sin honor, sin esperanza. Cabe, por lo demás, la huida que hemos de saber interminable

"Todo ello como en un antiguo ungimiento. Que así sea. Evoca las formas. Cuando no tengas nada más inventa ceremonias e infúndeles vida" 
(Cormac McCarthy)

11/2/10

Para un programa de restauración de las cualidades sensibles.

"En relación con el mito creacionista judío, la cosmología aristotélica representa un antropomorfismo depurado, pero la misma visión primordial los sostiene: la magnificencia de los cielos y la deficiencia de la tierra, de la que derivó el mito de Adán. Para Aristóteles el bien es lo único verdaderamente real, aquello a lo que tiende todo y de lo que todo participa; el fin en sí mismo, el acabamiento o perfección, la forma. Todas las formas son "bien" y buenas. Por lo tanto, el alma humana. La existencia real de las cualidades se desprende, especialmente, del hecho de que son conocidas, por lo sentidos o por la razón. ¿Y cómo habían de venir a los sentidos si no procedieran de las cosas? Pero el que permanezcan en las cosas y, sin embargo, sean enviadas por ellas, sólo es posible por su naturaleza inmaterial, formal, espiritual. En esto descansa la doctrina de las especies sensibles, esto es, imágenes o apariencias. No está muy lejos del realismo ingenuo, que piensa que las cosas y sus cualidades se espejan en el alma sensible. La realidad de las cualidades sensibles es especialmente "preciada para los escolásticos", como dice Descartes alguna vez: era el "supuesto" del misterio de la Revelación. En la Eucaristía se transforma la substancia del pan y del vino en el cuerpo y sangre del Señor, pero – según la certeza natural y la doctrina de la Iglesia – las cualidades sensibles permanecen: se gusta el vino y se ve su color. Las cualidades sensibles permanecen y son, por lo tanto, reales" (F. Tönnies)

4/2/10

No-Resistencia. Una observación

La doctrina schmittiana del katechon puede contemplarse como la más actual barrera filosófica contra el avance de la doctrina de la no-resistencia al mal (Mateo 5, 39) cuyas raíces se quieren tan antiguas como la conversión de Roma bajo Constantino el Grande y el Papa Silvestre. Podría no ser contemporánea de la misma conversión romana pero en todo caso el valdesianismo, que data ya del siglo XII, acredita una notable antigüedad y, realmente, no parece que pueda objetarse nada a la presencia constante de una oposición al catolicismo romano desde el momento mismo de su constitución. La heterodoxia es un momento de la ortodoxia. El núcleo crítico de las doctrinas de cuáqueros, menonitas, baptistas... pero también de los dujobori rusos puede cifrarse en la citada doctrina de la no-resistencia al mal con la violencia.
Cabe concebir como una forma de "romanticismo político", en el sentido de C. Schmitt, cualquier formulación moderna de la citada doctrina: "La relación entre protestantismo y romanticismo se impone por sí misma: no sólo los contrarrevolucionarios católicos la han señalado, sino también los protestantes alemanes"  (C. Schmitt). Encuentro, sin embargo, que esta doctrina escapa de la tipificación del mencionado romanticismo político y alcanza una gravedad teológica y política sin parangón. Sin negar la relación entre protestantismo y romanticismo la cuestión de la no-resistencia no puede desdeñarse como una doctrina ocasionalista y subjetivista, característicamente romántica. 
Cito un documento recogido por L. Tolstói:
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"2 de octubre de 1818. Tiflis
Esta mañana, el comandante me ha dicho que no hace mucho enviaron a Georgia a cinco campesinos que habían pertenecido a un terrateniente de la provincia de Tambov, y que habían sido entregados para servir en el ejército, pero que se habían negado a hacerlo. Los azotaron con látigos y los apalearon en repetidas ocasiones, pero con tal de no servir, se entregaron sin resistirse a las más crueles torturas diciendo: "Déjennos marchar, no nos hagan daño, nosotros no se lo hacemos a nadie. Somos todos iguales, y el zar es un hombre igual a nosotros; ¿por qué tenemos que pagarle tributos, por qué tenemos que arriesgar nuestras vidas para matar a otras personas que no nos han hecho ningún mal?. Nos podéis cortar a pedazos, pero no cambiaremos nuestras convicciones: nunca vestiremos capote militar ni comeremos rancho. Aquel que se apiade de nosotros, que nos dé una limosna, porque del Estado nunca hemos querido nada, ni lo queremos". Así son las palabras de estos mujiks que además aseguraban que en Rusia hay muchos que piensan como ellos. Fueron llevados en cuatro ocasiones ante el Comité de Ministros, que finalmente decidió informar al zar sobre el asunto. Éste ordenó que fueran enviados a Georgia para ser corregidos, y mandó al comandante jefe que le informara mensualmente sobre los éxitos que fuera obteniendo en la labor de reconducir su modo de pensar"


No parece que esta actitud pueda analogarse a la romántica, si puede oponerse el romántico al mártir. Acaso se funde antes en el carácter del mujik que del protestante, pero sus protagonistas reunían la condición de campesinos con la de dujobori y molokanes, grupos cristianos rusos, representantes de lo que suele llamarse anarcocristianismo.

3/2/10

Suspicacia romántica

Schmitt trata de determinar la idea de romanticismo; tras seguir los pasos de Hipólito Taine, que vincula el romanticismo al movimiento burgués – pujante ya en el XVIII sobre la hasta entonces dominante cultura aristocrática – señala las dificultades para hacer valer la idea del romanticismo como arte de la burguesía revolucionaria. Sigue una nota para especialistas de la sospecha.
"La pregunta acerca de qué tiene que ver el burgués políticamente revolucionario con el arte de un Wordsworth o un Walter Scott, es demasiado obvia. El crítico francés se ayuda en esos casos diciendo que el movimiento político se ha "disfrazado" aquí de revolución literaria del estilo. Este recurso explicativo es muy característico del pensamiento sociológico y psicológico del siglo XIX y XX. La concepción económica de la historia, en particular, opera con él de manera bastante ingenua cuando habla del enmascaramiento, reflejo o sublimación religiosos o artísticos de las condiciones económicas. Friedrich Engels ha dado un ejemplo paradigmático de ello cuando caracteriza el dogma calvinista de la predestinación como enmascaramiento religioso de la inexorabilidad de la competencia capitalista. Sin embargo, circula una tendencia mucho más profunda a percibir por todas partes un "enmascaramiento"; y no corresponde solamente a una orientación proletaria, sino que tiene una significación más general. En gran medida, todas las instituciones eclesiásticas y estatales, todos los conceptos y argumentos jurídicos, todo aquello que es oficial, incluso la democracia misma, una vez que ella es una forma constitucional, son percibidas como enmascaramientos vacíos y engañosos, como velo, fachada, simulacro o decoración. Las expresiones sutiles o groseras con las que se parafrasea esto son más numerosas y más fuertes que la mayoría de los giros lingüísticos correspondientes a otros tiempos, por ejemplo, la referencia a los simulacra, de los que se vale la literatura política del siglo XVII como de su lugar común sintomático. Hoy se construye por todas partes y muy rápidamente el "bastidor" detrás del cual se esconde la realidad que sucede verdaderamente. En esto se revela la inseguridad de la época y su profundo sentimiento de ser engañada. Una época que a partir de sus propios supuestos no produce ni una gran forma ni una representación tiene que sucumbir a tales orientaciones y considerar todo lo formal y oficial como un gran engaño. Porque ninguna época vive sin forma ni puede regirse exclusivamente por la cuestión económica. Cuando ella fracasa en la búsqueda de su propia forma se apropia de cientos de sucedáneos tomados de las formas auténticas de otras épocas y de otros pueblos, pero para desechar inmediatamente al sucedáneo como inauténtico." (Schmitt, Carl. Romanticismo político)

DE LA NADA, QUE AVANZA

Ese título es casi un lugar común, el desierto debiera habernos asfixiado ya. Acaso lo ha hecho. Me miro las manos, nervudas y cruzadas de v...