14/2/10

Sin respuesta

Mis hijos están viviendo a la vista de un espectáculo cuyos restos registra la imagen. No es lo peor. La muchedumbre que se reúne ante mi ventana ofrece un espectáculo mucho más lamentable que la mugre que segrega a su paso. Lo más doloroso es pasar la noche cerrados a cal y canto, como única defensa a la agresión, haciendo de la vivienda un espacio de mortificación, casi una tumba. Naturalmente la cuestión no es, a mis ojos, una cuestión política sino personal, acaso porque - como escribiera Gómez Dávila - no soy un intelectual moderno insatisfecho, sino un campesino medieval indignado. En efecto, nuestro alcalde tiene nombre propio. Es cierto que el cacique o el magnate son casi imposibles de vencer. Esto no hace menos personal la cuestión, sino más difícil - casi heróica - para el débil. Pero procedemos de familias acostumbradas a resistir al cacique. Hoy no ha dejado de serlo, sólo ha adoptado el perfil populista y el acento sin elegancia que le aporta la oclocracia. Conozco su rostro y su nombre. La única acción política posible parece que ha de adoptar la morfología misma del Estado y hacerse difusa, capilar y microfísica: uno a uno, sin dialéctica, sin honor, sin esperanza. Cabe, por lo demás, la huida que hemos de saber interminable

"Todo ello como en un antiguo ungimiento. Que así sea. Evoca las formas. Cuando no tengas nada más inventa ceremonias e infúndeles vida" 
(Cormac McCarthy)

5 comentarios:

Xacinto dijo...

He ahí la cruz.

Daniel dijo...

En un alarde de dedicación he logrado, creo, registrarme en el asunto este.
¿No será una oportunidad para nuestros hijos ser testigos sufrientes de este mugriento espectáculo?.
¿No tiene algo de edificante visitar un cementerio?

Escoliasta dijo...

Entenderás que, como padre, me preocupe que hayan de ser sufrientes. Pero es que, además, no tiene de ningún modo la dignidad de un cementerio. Desde luego, todo es ocasión para algo y es el fin lo preocupante.
Me alegra, por contraste, que te hayas registrado en el asunto y que contribuyas personalmente a sostener nuestra ruina: nuestra bendita ruina.

Daniel dijo...

Lo entiendo y lo comparto como bien sabes. Sólo me pregunto, desde el privilegio de no ver desde mi ventana ese estercolero, si puede llegar a ser "educativo" el presenciar lo que de una forma u otra invade nuestras ciudades (la certificación de la muerte de una antigua forma de vivir que yo tampoco pude conocer). El entrecomillado por supuesto confirma que lo que puede aprenderse de ello es más que preocupante.
En todo caso espero que mi contribución si no sostiene vuestra ruina no contribuya a acelerar la mía. Precisamente por compartirla....

Escoliasta dijo...

Me alegra mucho tu esperanza, que es también la mía.

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