Les propongo un enigma, que es el de nuestro tiempo, a través del trágico ejemplo - no me excedo en el adjetivo - que representa mi situación actual. Vivo en una ciudad de aluvión, como todas las que constituyen el viejo cinturón industrial de Madrid. Es una ciudad sin tradiciones, un viejo pueblo reconvertido, al que hemos ido llegando todos aquellos a los que el orden de nuestros días no ha dejado otra vía de escape. Aquí se celebran - del modo en que hoy masivamente se celebran - todo tipo de fechas nefastas 1: carnavales hoy, mañana ferias diversas, fines de semana de ordinario, fechas señaladas (sin razón y sin memoria) o, siempre, cualquier ocasión de esparcimiento que a cualquier ciudadano - es el título que ahora ostenta todo fulano - le resulte apropiada. "Cualquiera" es la palabra clave y el secreto de nuestra igualdad.
No quiero excederme: aunque no vivo en acuerdo con mi circunstancia, abono mis impuestos y me someto a las normas de vida común. Cuando se viola una norma una súbita indignación me abrasa, pero he aprendido que cualquier oposición al delito puede resultar inicialmente sospechosa, posteriormente sancionada, finalmente dolorosa. Vivo entre la plebe - no el pueblo - y en consonancia con mi entorno. Pero nadie que no esté simplemente destruido puede soportar indefinidamente un infierno moral como el que habitamos.
Sólo un ejemplo: una ley prohibe la celebración del llamado "botellón" - que se justifica en referencia al alto precio que las bebidas tienen en los lugares culturalmente definidos para su consumo -. Así pues, estas reuniones masivas se celebran bajo mi ventana. Llamo a la policía - brazo del Estado que todavía se presenta como ejecutor de la ley - pero la respuesta del funcionario encargado consiste en una disculpa. Primero, la ley prohibe esta forma de consumo de bebidas espirituosas, luego no pueden habilitar zonas para la realización de una práctica delictiva. Pero, segundo, tampoco disponen de medios - fácticos y, sobre todo, morales - para ejecutar la ley. La salida obvia es la autodefensa, el uso privado de las armas etc. El policía no entiende mi conclusión, efectivamente carece del habito de concluir, es decir, de la capacidad del razonamiento.
Añadan que todavía me resta un núcleo de constitución personal del que difícilmente podré deshacerme. Es el caso que tengo un hijo que no puede dormir ante el ruido masivo de algo que llaman música, acompañado de la berrea del público asistente. No se si alguno de mis eventuales lectores entenderá la tensión que sufro. No me refiero a un padecimiento abstracto, me refiero al incremento de mi tensión arterial, la cefalea opresiva y un numeroso conjunto de síntomas que no deseo enumerar. Los medios de comunicación me informan de enfermedades morales de nuestro tiempo: acoso, moving... ¿podría acusar al gobierno del municipio de mis padecimientos?.
Añadan la contradicción evidente: la ley no se cumple, pero a su incumplimiento insta el propio gobierno cuando promueve estos festejos de masas, la grey de sus bebedores se reune amontonada por el ayuntamiento en estos festejos ¿cómo convencerles de que la semana próxima no tendrán derecho a hacer lo que esta semana están haciendo, no ya impunemente, sino incitados por la autoridad?.
Cualquier oposición al esparcimiento de esta grey podría considerarse un atentado contra la democracia. Es la palabra del asno. Su designación adecuada también es antigua: oclocracia. Iré buscando un arma...
1. Para cualquier desorientación relativa al título de esta entrada, sigan este vínculo: Viñamarina 20/2/09
Sólo un ejemplo: una ley prohibe la celebración del llamado "botellón" - que se justifica en referencia al alto precio que las bebidas tienen en los lugares culturalmente definidos para su consumo -. Así pues, estas reuniones masivas se celebran bajo mi ventana. Llamo a la policía - brazo del Estado que todavía se presenta como ejecutor de la ley - pero la respuesta del funcionario encargado consiste en una disculpa. Primero, la ley prohibe esta forma de consumo de bebidas espirituosas, luego no pueden habilitar zonas para la realización de una práctica delictiva. Pero, segundo, tampoco disponen de medios - fácticos y, sobre todo, morales - para ejecutar la ley. La salida obvia es la autodefensa, el uso privado de las armas etc. El policía no entiende mi conclusión, efectivamente carece del habito de concluir, es decir, de la capacidad del razonamiento.
Añadan que todavía me resta un núcleo de constitución personal del que difícilmente podré deshacerme. Es el caso que tengo un hijo que no puede dormir ante el ruido masivo de algo que llaman música, acompañado de la berrea del público asistente. No se si alguno de mis eventuales lectores entenderá la tensión que sufro. No me refiero a un padecimiento abstracto, me refiero al incremento de mi tensión arterial, la cefalea opresiva y un numeroso conjunto de síntomas que no deseo enumerar. Los medios de comunicación me informan de enfermedades morales de nuestro tiempo: acoso, moving... ¿podría acusar al gobierno del municipio de mis padecimientos?.
Añadan la contradicción evidente: la ley no se cumple, pero a su incumplimiento insta el propio gobierno cuando promueve estos festejos de masas, la grey de sus bebedores se reune amontonada por el ayuntamiento en estos festejos ¿cómo convencerles de que la semana próxima no tendrán derecho a hacer lo que esta semana están haciendo, no ya impunemente, sino incitados por la autoridad?.
Cualquier oposición al esparcimiento de esta grey podría considerarse un atentado contra la democracia. Es la palabra del asno. Su designación adecuada también es antigua: oclocracia. Iré buscando un arma...
1. Para cualquier desorientación relativa al título de esta entrada, sigan este vínculo: Viñamarina 20/2/09
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