Abundando en el asunto. Hay una anécdota con valor de categoría, que narra G. Martin (pág 257). No puede ser más significativa. Plinio Apuleyo Mendoza y Gabriel García Márquez visitan Alemania oriental, es el año 1957 y es Leipzig. Allí vivía Luis Villar Borda, convencido militante comunista, becado en la ciudad alemana, en su universidad marxista-leninista.
"Villar Borda llevó a sus amigos a un cabaret estatal con todas las trazas de un burdel, pues había taxímetros en la puerta de los servicios, grandes cantidades de licor y parejas enfrascadas en una actividad sexual de baja intensidad. García Márquez escribió: "No era un burdel, pues la prostitución está prohibida y severamente castigada en los países socialistas. Era un establecimiento del Estado. Pero desde un punto de vista social era algo peor que un burdel". Mendoza y él decidieron que era preferible perseguir a las mujeres en las calles."
En honor de Villar Borda hay señalar una honestidad indestructible, que también manifiesta G. Martin:
"García Márquez y Mendoza le pidieron a Villar Borda que los sacara de su suplicio hallando alguna explicación dialéctica para el estado de la Alemania del Este. Villar Borda, un socialista entregado toda su vida, empezó una perorata, luego se interrumpió y dijo "Es una mierda" " (G. M. p.258)
El de Aracataca ha visto bien el problema:
"Yo creo que en el fondo de todo hay una pérdida absoluta de la sensibilidad humana. La preocupación por la masa no deja ver al individuo. Y eso, que es válido respecto de los soldados alemanes, es válido también con respecto a los soldados rusos. En Weimar la gente no se resigna a que un soldado ruso con ametralladora guarde el orden en la estación de ferrocarril. Pero nadie piensa en el pobre soldado" (G. M. p.257)
Si alguien interpreta aquí alguna forma de legitimación del alternativo paraíso del mercado, no ha entendido una palabra.
Vale.
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