La política desligada o desatada de su soporte trascendente, de todo objetivo metapolítico, la mera política en suma, erige la civitas en ultima ratio. El proceso de este descuajamiento de la civilización de sus raíces antropológico-metafísicas tiene un trayecto multisecular y muy complejo. Entendemos que semejante desasimiento es la raíz del vaga-mundo moderno, del paradójico curso sin cauce de la historia ultramoderna, que conduce naturalmente al lodazal de nuestra existencia societaria. En el terreno del gobierno supone la pérdida de horizonte de la tarea del gobernante, que se convierte en contradictoria, por aporética (y, en este sentido, metafísica) causa sui. El poder como único criterio, que constituye el centro de la doctrina que llamaríamos facticismo, conduce a la elevación de la hegemonía a sucedáneo de juez metafísico. Son numerosas las manifestaciones de esta posición, por ejemplo, el conocido dictum: "La historia la escriben los vencedores", pero de nuevo ha sido la aguda perspicacia hitleriana, la que mejor la ha formulado.
"Si el pueblo alemán sucumbe en esta lucha, será que ha sido demasiado débil. En ese caso, no habrá superado su prueba ante la Historia y únicamente estará destinado al hundimiento" (A. Hitler)
Esta fórmula nítida es únicamente la expresión más lúcida del programa meramente político de las sociedades ultramodernas. De aquí se sigue, la que es, a día de hoy, nuestra posición contraria a toda forma de facticismo o mera-política.
3 comentarios:
¿'Nuestra posición'?
Supongo que habrás querido decir: 'nuestro análisis'.
¿No?
Querido Jacinto:
Es la posición - contraria a toda forma de facticismo - que se deriva de nuestro análisis. He dicho.
Perfecto.
Nada que añadir.
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