El manido lema de Schlegel-Claussewitz: La guerra es la política continuada por otros medios y la fácil posibilidad de invertirlo: La política es la guerra continuada por otros medios, nos ofrece más que un simple juego formal. En efecto, la ecuación resultante concuerda por su contenido con nuestra posición y nos permite presentar una distinción - en equivalencia con la distinción Política/Metapolítica - entre la simple o mera guerra y la guerra divinal, por utilizar una expresión española que Américo Castro consideraba importada del mundo islámico y que resulta, pese a ese origen, contrafigura de la guerra santa. Se me da a mí que Rafael Sánchez no aceptaría la distinción, dado el irenismo que trasluce en sus páginas, aunque, sin duda, lejano del ultramoderno y aterrador síndrome pacifista. En efecto, su irenismo parece buscar fundamento lejos de las violentas apelaciones de los pacifistas. Pero me temo que, con todo, no aprobaría la distinción.
Ahora bien, es de admirar el hermoso estilo literario con que define y describe estas formas de guerra: una guerra civil y una guerra heril, por usar términos extraídos de un contexto vinculado al asunto que nos ocupa. Por hallarse en sintonía con la distinción Metapolítica/Mera-política que queremos hacer valer, citamos unas líneas que D. Rafael - ¡cuánto nos tememos! - estimaría forzadas, fuera de lugar y torcidas. No es nuestra intención torcer la suya, sino elevar nuestras ideas por medio de su voz. A este efecto leemos "Razón (de Estado)" allí donde Rafael Sánchez escribe simplemente "La Causa". A su texto, en general, lo rodearíamos de un ejército de glosas determinantes y aceradas, dispuestas a la guerra, pero en el punto que nos interesa sólo de un silencio respetuoso. Unas líneas entre muchas. Nos permitimos destacar preciosas indicaciones:
"Cuando a Eisenhower se le sugirió que, siguiendo un uso tradicional de cortesía militar, aceptase la visita del general alemán Von Arnim, que pasaba, prisionero, por Argel, rechazó horrorizado semejante idea, como una pervivencia de barbarie. Aceptar una visita así, aun como un simple protocolo caballeresco, significaba poner, siquiera formalmente, entre paréntesis la enemistad y, por tanto, reconocer implícitamente un plano de relación humana que quedaba fuera, por encima y a salvo del alcance de la guerra misma; un plano que, dejando en suspenso las razones de ésta, se hacía virtualmente superior a ellas y, consiguientemente, las relativizaba. Y ésta era justamente la representación que el puritano sentimiento moral de Eisenhower no podía ni por un solo instante soportar; la posibilidad, ni aun como piadosa ficción ceremonial, de algún orden de valores o algún estrato humano, de la índole que fuere, que estuviese por encima de la Causa por la que combatía" (Rafael Sánchez Ferlosio)
"Cuando a Eisenhower se le sugirió que, siguiendo un uso tradicional de cortesía militar, aceptase la visita del general alemán Von Arnim, que pasaba, prisionero, por Argel, rechazó horrorizado semejante idea, como una pervivencia de barbarie. Aceptar una visita así, aun como un simple protocolo caballeresco, significaba poner, siquiera formalmente, entre paréntesis la enemistad y, por tanto, reconocer implícitamente un plano de relación humana que quedaba fuera, por encima y a salvo del alcance de la guerra misma; un plano que, dejando en suspenso las razones de ésta, se hacía virtualmente superior a ellas y, consiguientemente, las relativizaba. Y ésta era justamente la representación que el puritano sentimiento moral de Eisenhower no podía ni por un solo instante soportar; la posibilidad, ni aun como piadosa ficción ceremonial, de algún orden de valores o algún estrato humano, de la índole que fuere, que estuviese por encima de la Causa por la que combatía" (Rafael Sánchez Ferlosio)
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