La aseveración de Borges que afirma que todo hombre es platónico o aristotélico, lo sepa o no, alcanza exactitud cuando nos limitamos al mundo cristiano. Acaso porque sólo en tal terreno tenga sentido hablar del hombre y porque, por lo mismo, hablar de "limitación" es aquí engañoso. Así pues, desde un punto de vista cristiano todo hombre es platónico o aristotélico aún cuando acaso no sólo puedan no ser cristianos, sino que acaso tampoco sepan que son hombres. (Vendrán los modernos descentralizadores y relativistas a señalar mi etnocentrismo intolerable; si con lo que sigue no basta, haré otro día mi defensa, siempre que no me venza el hastío).
Volviendo al particular: platónicos o aristotélicos. Desde luego ambos nombres desbordan ampliamente sus corpus respectivos y se extienden sobre el horizonte filosófico y cultural europeo cubriendo con su manto benéfico prácticamente cualquier contenido que nuestro mundo haya podido construir. Así mientras este mundo tuvo ante sí un horizonte. Si tiene sentido ante tan profusa corriente mantener la distinción -platonismo/aristotelismo- en su forma dicotómica, ha de ser a un enorme grado de genericidad que, sin embargo, no deje de mostrar algún relieve o configuración que mantenga el valor de la división.
Ahora bien, hemos dicho que la distinción cobra valor exacto en el mundo cristiano, contando el crisol en que se configura durante la antigüedad tardía. Este valor exacto deriva de que sólo en el mundo cristiano puede hablarse de "todo hombre", siendo así que lo dicho de "todo hombre" (es decir, de la condición humana) tiene un valor metapolítico o metahistórico del que carece cualquier predicado atribuido a cualquier otro conjunto de entes, bien porque éstos sean no humanos o bien porque no sean todos los hombres.
Si esto es así, la distinción platónicos-aristotélicos en cuanto referida a todos los hombres, debe leerse como la distinción entre un platonismo y un aristotelismo cristianos. A modo de epónimos, ante el nuevo sentido de la distinción que ahora se nos aparece, podríamos utilizar los nombres de San Agustín y Santo Tomás. En resumen, quien afirma de todos los hombres que son platónicos o aristotélicos, lo sepan o no, parte de una idea de hombre , en tanto persona, que sólo es posible tras el orden cristiano. El Aristóteles pagano - a veces se le llama "histórico"- que recomienda a Alejandro tratar a los bárbaros como animales o plantas, o el Platón pagano que agradece haber nacido griego, varón y libre, están lejos de ese orden. Sus obras difícilmente pueden acoger determinaciones de una idea que les es profundamente extraña, a saber, la idea de persona humana. Sólo su auténtica elevación en el seno del cristianismo les ofrece una tal virtualidad. Por tanto, no es adecuado decir que el cristianismo se haya servido de la filosofía griega para esclarecer sus contenidos dogmáticos o doctrinales cuya fuente es revelada. Sería más ajustado a la verdad afirmar que el cristianismo ha elevado y esclarecido determinados contenidos de la filosofía pagana al proyectar sobre ellos la luz revelada, que resulta ahora reveladora de los componentes universales que pudiera contener el paganismo platónico o aristotélico. La procedencia de esta luz es cuestión de fe, ahora bien sólo desde esta fe es posible el entendimiento. Entiéndase, a su vez, que no se trata de una inteligencia técnica o práctica limitada, una pericia que pudiera recibirse por adiestramiento. El entendimiento que exige un fundamento anterior cuya raíz queda oculta a la luz de la razón, un fundamento que se presenta como un bodenlose Abgrund, no se resuelve en una pericia o habilidad técnica o práctica, es el entendimiento fundamental, difícil de adjetivar, de la estructura ontológica de la persona humana y con ello de la rectitud del mundo.
Si esto se acepta podemos, en un segundo paso, señalar alguna figura determinada que, pese a su genericidad, de razón de la distinción señalada, es decir, podríamos definir los contenidos de la distinción y señalar en qué sentido se es bien platónico, bien aristotélico, sea de modo ejercido o, incluso, de modo representado. Pero esto debiera ser motivo de otra entrada.
Ahora bien, hemos dicho que la distinción cobra valor exacto en el mundo cristiano, contando el crisol en que se configura durante la antigüedad tardía. Este valor exacto deriva de que sólo en el mundo cristiano puede hablarse de "todo hombre", siendo así que lo dicho de "todo hombre" (es decir, de la condición humana) tiene un valor metapolítico o metahistórico del que carece cualquier predicado atribuido a cualquier otro conjunto de entes, bien porque éstos sean no humanos o bien porque no sean todos los hombres.
Si esto es así, la distinción platónicos-aristotélicos en cuanto referida a todos los hombres, debe leerse como la distinción entre un platonismo y un aristotelismo cristianos. A modo de epónimos, ante el nuevo sentido de la distinción que ahora se nos aparece, podríamos utilizar los nombres de San Agustín y Santo Tomás. En resumen, quien afirma de todos los hombres que son platónicos o aristotélicos, lo sepan o no, parte de una idea de hombre , en tanto persona, que sólo es posible tras el orden cristiano. El Aristóteles pagano - a veces se le llama "histórico"- que recomienda a Alejandro tratar a los bárbaros como animales o plantas, o el Platón pagano que agradece haber nacido griego, varón y libre, están lejos de ese orden. Sus obras difícilmente pueden acoger determinaciones de una idea que les es profundamente extraña, a saber, la idea de persona humana. Sólo su auténtica elevación en el seno del cristianismo les ofrece una tal virtualidad. Por tanto, no es adecuado decir que el cristianismo se haya servido de la filosofía griega para esclarecer sus contenidos dogmáticos o doctrinales cuya fuente es revelada. Sería más ajustado a la verdad afirmar que el cristianismo ha elevado y esclarecido determinados contenidos de la filosofía pagana al proyectar sobre ellos la luz revelada, que resulta ahora reveladora de los componentes universales que pudiera contener el paganismo platónico o aristotélico. La procedencia de esta luz es cuestión de fe, ahora bien sólo desde esta fe es posible el entendimiento. Entiéndase, a su vez, que no se trata de una inteligencia técnica o práctica limitada, una pericia que pudiera recibirse por adiestramiento. El entendimiento que exige un fundamento anterior cuya raíz queda oculta a la luz de la razón, un fundamento que se presenta como un bodenlose Abgrund, no se resuelve en una pericia o habilidad técnica o práctica, es el entendimiento fundamental, difícil de adjetivar, de la estructura ontológica de la persona humana y con ello de la rectitud del mundo.
Si esto se acepta podemos, en un segundo paso, señalar alguna figura determinada que, pese a su genericidad, de razón de la distinción señalada, es decir, podríamos definir los contenidos de la distinción y señalar en qué sentido se es bien platónico, bien aristotélico, sea de modo ejercido o, incluso, de modo representado. Pero esto debiera ser motivo de otra entrada.
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