Un personaje, de cuyo nombre no quiero acordarme, acusa a lo que llama el Estado español de un al parecer genocidio, cometido de modo sistemático y programado contra la llamada cultura catalana. El pensador indica la necesidad "para una democracia republicana de calidad", de "reflexionar seriamente sobre las diversas formas de culpabilidad", señalando que esto es especialmente necesario en lugares como ese llamado "Estado Español" genocida en Cataluña y América, donde, a su juicio: "las lenguas y culturas indígenas padecen hoy un genocidio mucho peor –por más largo y pertinaz– del que sufrieron los judíos en Alemania." Aún añade: "En todas partes la culpabilidad es exactamente la misma e inevitablemente la excusa de los opresores cuando se ven desenmascarados (“nosotros no sabíamos”) también lo es". La indignación que estas palabras producen es, por cotidiana, insuficiente para provocar una respuesta. Ahora bien, el pensador se acuerda del asunto a propósito de Karl Jaspers, del que cita:
«La Culpabilidad Metafísica: Existe entre los hombres, por el hecho de ser hombres, una solidaridad en virtud de la cual cada uno se encuentra corresponsable de toda injusticia y de todo mal cometido en el mundo, y en particular de los crímenes cometidos en su presencia, o sin que él los ignore. Si no hago lo que puedo para impedirlos, soy cómplice. Si no he arriesgado mi vida para impedir el asesinato de otros hombres, si no he dicho esta boca es mía, me siento culpable en un sentido que no puede ser comprendido de manera adecuada, ni desde el punto de vista jurídico, ni políticamente, ni moralmente. Que yo esté todavía con vida después que cosas tales hayan sucedido, pesa sobre mí como una culpa inexpiable. En tanto que hombres, si la suerte no nos ahorra situación tal, nos encontramos lanzados contra el límite en el que se debe elegir: o arriesgar nuestra vida en lo absoluto, sin fin, incluso sin perspectiva de éxito, o bien preferir continuar vivos en la medida en que el éxito está excluido. En alguna parte, en la profundidad de las relaciones humanas, se impone una exigencia absoluta: en caso de ataque criminal, o de condiciones de vida que amenazan al ser físico, no aceptar otra cosa que no sea vivir todos juntos o que no viva nadie; eso es lo que constituye la substancia misma del alma humana. Pero eso no es así ni en la comunidad de todos los hombres, ni entre los ciudadanos de un Estado, ni en el interior de grupos más pequeños; la solidaridad resta limitada a los más estrechos vínculos humanos, y eso constituye nuestra culpa común. La instancia competente para juzgar eso es sólo Dios».
La impostura del no-citado pensador no merecería comentario aquí, pero la autoridad de Jaspers me brinda ocasión de ofrecer en contraposición un lugar de Schopenhauer, en el que se acuerda propiamente de los españoles sin que, por tanto, haya de verse traído, tan a la fuerza, a mediar en nuestros asuntos.
"Un rasgo mucho más sorprendente, pero también mucho más raro en la naturaleza humana, es partidario de sostener la justicia eterna en el ámbito de la experiencia, esto es, de la individuación y ello alude al mismo tiempo a una consciencia sentida de que - como dije anteriormente - la voluntad de vivir representa la gran tragicomedia a sus propias expensas, así como que la misma y única voluntad vive en todos los fenómenos, un rasgo tal - digo - es el siguiente. A veces vemos que un hombre, ante una iniquidad que ha experimentado o quizá sólo ha presenciado como testigo, se indigna tan intensamente que arriesga

Me disculpará el pensador que le subraye el texto, para ahorrarle su precioso tiempo, pues ha de saber que "el tiempo es oro".
1. Nota. D. Ramón Alcoberro i Pericay, el pensador en cuestión, se da a conocer también en el siguiente lugar cuya visita no recomiendo http://www.alcoberro.info/