La paternidad entraña un grave peligro: una absoluta excitación de la sensibilidad ante las capacidades del hombre y el sacrificio absoluto en aras de su actualización. Sólo una moderación de estas poderosas tendencias, que pueda evitar concebirse como traición, puede salvarnos de una rápida inmolación. Tratar de ser padre es luchar contra las profundas deformaciones del mundo y es, como tal, una tarea imposible en la que es imposible no sucumbir.
La ortodoxia ha tratado de concebir una paternidad posible en las condiciones del siglo, pero hay que contar con la Pasión. Es la dolorosísima experiencia de la salvación.
La ortodoxia ha tratado de concebir una paternidad posible en las condiciones del siglo, pero hay que contar con la Pasión. Es la dolorosísima experiencia de la salvación.
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