Será quizás sólo uno, pero se que entre mis amigos alguno no ha leído a Mario Quintana. La magnífica traducción es de Enrique García-Máiquez.
Para Athos Damasceno Ferreira
Estou sentado sobre a minha mala
No velho bergantim desmantelado...
Quanto tempo, meu Deus, malbaratado
Em tanta inútil, misteriosa escala!
Joguei a minha bússola quebrada
Às águas fundas... E afinal sem norte,
Como o velho Sindbad de alma cansada
Eu nada mais desejo, nem a morte...
Delicia de ficar deitado ao fundo
Do barco, a vos olhar, velas paradas!
Se em toda parte é sempre o Fim do Mundo.
Pra que partir? Sempre se chega, enfim...
Pra que seguir empós das alvoradas
Se, por si mesmas, elas vêm a mim?
(Sentado sobre mis maletas)
Para Athos Damasceno Ferreira
Estoy sentado sobre mis maletas
en este bergantín desmantelado...
Cuánto tiempo, Señor, malbaratado
en escalas inútiles e inquietas.
Me encontré con mi brújula imantada
y ahora, en alta mar, sin norte o puerto,
como el viejo Simbad de alma cansada,
no abrigo ni el deseo de estar muerto.
¡ Oh, quedarme tendido en lo profundo
del barco y ver sus velas desinfladas!
Si en cualquier sitio es siempre el fin del mundo,
¿Por qué viajar? Se llega siempre a aquí...
¿Para qué perseguir las alboradas
si ellas solas, sin más, vienen a mí?
__________________________________________
Esconderijos do tempo
Pela corola do gramofone
o Caruso cantava Una Furtiva Lacrima
e ninguém levava a mal aquele tom fanhoso,
talvez porque todo o mundo sabia que ele já estava morto.
Se alguém espiasse pela goela do gramofone,
poderia ver como era o Outro Mundo,
mas ninguém olhava porque devia ser muito, muito longe
a ponto de estragar o som daquela maneira.
E o pobre Caruso cantava que te cantava afogado pelas
águas do tempo
e por isso a sua voz era ainda mais pungente:
nao é brinquedo estar morto e continuar cantando.
Caruso, en estou pensando estas coisas nâo aqui e agora
mas naquele Café que tu sabes, lá por volta de 1923...
Também nâo é brinquedo continuar vivo e ficar falando
para o que passou!
Escondrijos del tiempo
Por la corola del gramófono
Caruso cantaba Una Furtiva Lacrima
y a nadie le chocaba aquel tono harinoso,
tal vez porque la gente sabía que él ya estaba muerto.
Si se asomase alguno por la abertura del gramófono
podría ver cómo es el Otro Mundo,
pero nadie miraba porque debía estar muy, muy lejano
hasta el extremo de enturbiar la música de aquella forma.
Y el pobre Caruso cantaba que te cantaba ahogado por
las aguas del tiempo
y por eso su voz era aún más punzante:
no es una tontería estar muerto y continuar cantando.
Caruso, estoy pensando estas cosas no aquí ni ahora,
sino en aquel café que tú ya sabes, allá por 1923...
Tampoco es una tontería continuar vivo y seguir hablando
de lo que pasó.
(Mario Quintana. Puntos suspensivos. Los Papeles del Sitio. Valencina (Sevilla). 2007. Traducción de E. García-Máiquez)
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