La única iluminación a la que puede llegar hoy cualquier lector paciente conduce a un hastío sin matices y sin esperanza. En estas condiciones cabe únicamente deshacerse de toda pretensión y de cualquier proyecto: mirar y ver el lento desarrollo de una nube, aspirar el olor de la tierra labrada, jugar con el aire que pasa. Sostener la ebriedad artificial por cualquier medio, mientras orientas el lapso de los días que te faltan a contener el abismo de tu negra luz entre las cuatro paredes de tu alma. Si el hilo del origen se rompiera tampoco este sacrificio valdría nada...
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DE LA NADA, QUE AVANZA
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