El programa racionalista y "microburgués" de elevación civil de una moral "dentro de los límites de la mera razón", o en términos comteanos: el programa de sustitución de la teocracia y teolatría - apoyadas por la teología - por una sociocracia y sociolatría - apoyadas en la sociología - puede medirse por los resultados que tenemos ante nuestros ojos. Entre Revolución y Restauración, diríamos, la sociolatría ha conducido a la Disolución en el camino del progreso. El afán progresista y reformador quizás tuviera sentido hace un siglo, cuando Durkheim escribía:
"Estando convencidos de que el mal que sufren las sociedades europeas es esencialmente moral, estimamos que el estudio de la sociología debe aplicarse sobre todo al problema moral (...) Nuestros trabajos, nuestra práctica docente en sociología, sin circunscribirse dentro de límites estrechamente marcados, se han dirigido con preferencia al estudio de los fenómenos morales" (Durkheim 1895d:692,695)
Pero si el diagnóstico puede parecer plausible, incluso hoy, siendo muchos los que hallan en el terreno moral el mal que sufren las sociedades europeas, acaso a la luz de los resultados habría que rectificarlo. El problema de las sociedades europeas nace de una concepción de la moral laica y republicana como presunto basamento de la existencia antropológica, siendo que el problema es religioso. El enorme misterio que la religión supone para el racionalismo moderno que la reduce a ideología política y consuelo psicológico, se manifiesta en la obsesión de la sociología por el fenómeno religioso. Pero la sociología prefigura su concepción de la religiosidad y la discierne siempre de modo parcial e impotente. Al respecto sólo una nueva metafísica, que no podría dejar de contar con los siglos de nuestra modernidad, estaría en condiciones de abordar la enorme realidad de la religión histórica y, acaso así, entender - y en esa exigua medida resolver - el "mal que sufren las sociedades europeas".