El actualismo moderno de las presuntas ciencias sociales, fundamento de su superficialidad histórica y política, es patente en el contraste entre el Tomás Hobbes todavía traductor de Tucídides y el magnífico institucionalizador de la sociología francesa, Emilio Durkheim. Este actualismo converge con la intención revolucionaria de renovación del hombre y clausura de la historia. Pero es sólo un programa como programática o intencional es la ciencia social que se pretende establecida, es decir, positiva. Puedo discutir las virtudes del proyecto, son evidentes hoy sus enormes riesgos derivados de la inviabilidad de una ciencia (natural) del hombre.
"Las nuevas disciplinas (introducidas por la III república francesa en el sistema de enseñanza) comportaban el estudio científico de la actualidad y, con ello, una ruptura con la vieja universidad volcada en la rememoración del pasado, la veneración del clasicismo y el fomento de un espíritu diletante y literario.
Pera realizar tal operación se utilizaban medios muy peculiares, ya que se introducían disciplinas que estaban todavía por hacer, que carecían en su mayoría de un cuerpo de especialistas suficientemente maduros, como para que la institucionalización académica resultara una simple consagración de algo ya existente" (Ramón Ramos Torre)
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