En este tiempo de campaña... de campaña electoral, claro, no puede uno encontrar un sólo lugar donde aislarse de los ecos, sin voz, de los mítines y las portadas. Buscando escapar de cualquier alusión al presente ridículo de los partidos y sus programas, a la vez que de cualquier negro rastro de nuestro presente sin horizonte, me dispuse a la lectura de alguna novela, entretenida y poco grave, y me acordé de Sherlock Holmes. En ello estaba cuando se me ha transfigurado el texto de Conan Doyle, se trata de la historia del "Valle del Terror", en otra continua alusión al sistema de partidos y a la sociedad democrática española de nuestros días. Hay ocasiones en que no puede uno escapar.
En la citada novela el Gran Maestre de la logia de Vermissa, de los "Hombres Libres", que ofrece la imagen pública o política de un prócer de su sociedad, ofrece también la imagen social de jefe de una liga de asesinos llamados "Justicieros".
"Aparte de los poderes secretos que, según todos creían, ejercía de manera implacable, aquel hombre era un alto funcionario público, consejero municipal y comisario de carreteras, cargo para el que había sido elegido merced a los votos de los rufianes que esperaban recibir algún favor de sus manos. Los impuestos y tasas eran enormes, las obras públicas estaban abandonadas, los interventores sobornados servían de tapadera a las cuentas y lso ciudadanos honrados, víctimas del terror, pagaban aquel chantaje público y se guardaban de hablar..."
En un grupo tan democrático este líder recibe la amenaza más frontal que un demócrata pueda hacer a otro, cuando surge un choque con uno de sus subordinados.
"John McGinty, no será Ud. Gan Maestre de por vida, y ¡vive Dios! que la próxima vez que haya que votar...
El consejero saltó hacia él como un tigre..."
Pero además la preocupación por el pueblo de este prócer de su patria no puede ser más cristalina. En ocasión en que un grupo de policías llegados de fuera busca investigar sus negocios menos visibles, se acuerda - como es natural - de su calidad de representante de la numerosa clase de los desposeídos. Esta preocupación es el nervio íntimo de todo gran político, naturalmente.
"Estaríamos mejor sin Ud. capitán Marvin - le contestó McGinty con frialdad. Disponemos de nuestra propia policía local y no nos hacen falta artículos importados. ¿Qué otra cosa son ustedes, sino instrumentos a sueldo de los capitalistas, contratados por ellos para aporrear o tirotear a sus conciudadanos más pobres?"
Pero Conan Doyle debía prever la formación de esta élite de gestores y administradores del mundo. En efecto, escribe:
"En los primeros tiempos llevaban sus manejos con cierto secreto, pero ya en la época a que se refiere esta narración obraban con absoluta ausencia de disimulo, porque los repetidos fracasos de la justicia les habían convencido, por una parte, de que nadie osaría testificar en su contra, y por otra, de que disponían de un número ilimtado de testigos de completa confianza, a quienes podían recurrir en su favor, y de una caja bien provista de dinero de la cual procedían los fondos cno los que contrataban a los abogados de más talento que había en aquel estado. Durante largos años de atropellos no hubo ni siquiera una sola condena, y el único peligro que alguna vez amenazaba a los Justicieros procedía de las víctimas mismas que, a pesar de verse atacadas por sorpresa y abrumadas por el número de atacantes, conseguían en ocasiones dejar sobre ellos su señal"
¿Qué grupo secreto ha escrito las obras que firma A. Conan Doyle para que no podamos refugiarnos allí cuando huimos de nuestra actualidad? ¿Será el jefe de campaña del PP, del PSOE o un agente escondido del FMI?.
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