14/12/08

Dos Parábolas

Hace ya algún tiempo nos remitió, quien puede hacerlo, a un texto clásico de la literatura terrible. Un relato de E. A Poe. de título exótico - Descenso al Mäelstrom - que se nos ofrecía como una imagen del hombre en el mundo moderno. La imagen de un vórtice de paredes de agua, capaz de atraer, succionar y destruir todo cuanto se hallara en su radio de acción, un embudo dinámico, una boca inorgánica cuyo giro demoledor tritura cuanto atrapa y en cuyas paredes en rotación se ve uno caer hacia el ojo ciego y amenazador.

"Mirando en torno la inmensa extensión de ébano líquido sobre la cual éramos llevados, advertí que nuestra embarcación no era el único objeto comprendido en el abrazo del remolino. Tanto por encima como por debajo de nosotros se veían fragmentos de embarcaciones, grandes pedazos de maderamen de construcción y troncos de árboles, así como otras cosas más pequeñas, tales como muebles, cajones rotos, barriles y duelas."

Superado el terror, abiertos los ojos, la curiosidad capaz de conocer la estructura de esta figura asombrosa, permite no sólo mantener una calma débil, para rendirse al curso necesario de las cosas, sino empezar a intervenir en el mismo.

"He aludido ya a la curiosidad anormal que había reemplazado en mí el terror del comienzo. A medida que me iba acercando a mi horrible destino parecía como si esa curiosidad fuera en aumento. Comencé a observar con extraño interés los numerosos objetos que flotaban ante nosotros. Debo haber estado bajo los efectos del delirio, porque hasta busqué deiversión en el hecho de calcular sus respectivas velocidades en el descenso hacia la espuma del fondo"

Del conocimiento surgiría la esperanza:

"...ocurrió que el hecho mismo de equivocarme invariablemente me indujo a una nueva reflexión, y entonces me eché a temblar como antes, y una vez más latió pesadamente mi corazón. No era el espanto el que así me afectaba, sino el nacimiento de una nueva y emocionante esperanza. Surgía en parte de la memoria, en parte, de las observaciones que acababa de hacer. Recordé la gran cantidad de objetos flotantes que aparecían en la costa de Lofoden y que habían sido tragados y devueltos luego por el Moskoe-ström. La gran mayoría de estos restos aparecía destrozada de la manera más extraordinaria; estaban como frotados, desgarrados, al punto que daban la impresión de un montón de astillas y esquirlas. Pero al mismo tiempo recordé que algunos de esos objetos no estaban desfigurados en absoluto. Me era imposible explicar la razón de esa diferencia, salvo que supusiera que los objetos destrozados eran los que habían sido completamente absorbidos, mientras que los otros habían penetrado en el remolino en un período más adelantado de la marea, o bien, por alguna razón, habían descendido tan lentamente, luego de ser absorbidos, que no habían alcanzado a tocar el fondo del vórtice antes del cambio del flujo o del reflujo, según fuera el momento"

La observación, la memoria y el análisis sirven a la salvación. Los cuerpos cilíndricos caen con una mayor lentitud hacia el ojo demoledor del vórtice, acaso tan lentamente que sean devueltos suavamente cuando la boca se allane paulatinamente. De la deducción se sigue la acción de agarrarse a un tonel de caída lenta y esperar - sobre la base del conocimiento - que la temible oquedad se colme y devuelva, saciada, los restos a la superficie de un mar ondulado.
Cabe la alternativa de entender y entregarse, con consciencia perfecta, en una especie de negativa lúcida.

"Llamé la atención de mi hermano mediante signos, mostrándole los barriles flotantes que pasaban cerca de nosotros, e hice todo lo que estaba en mi poder para que comprendiera lo que me disponía a hacer. Me pareció que al fin entendía mis intenciones, pero fuera así o no, sacudió la cabeza con desesperación, negándose a abandonar su asidero en la armella. Me era imposible llegar hasta él y la situación no admitía pérdida de tiempo. Así fue como, lleno de amargura, lo abandoné a su destino, me até al barril mediante las cuerdas que lo habían sujetado a la bovedilla y me lancé con él al mar sin un segundo de vacilación. El resultado fue exactamente el que esperaba. Puesto que yo mismo le estoy haciendo este relato, por lo cual ya sabe Ud. que escapé sano y salvo..."

Un conocimiento salvífico que realiza una completa transfiguración. Tras la entrega al torbellino en espera de que la previsión se cumpla, el experimento crucial irá, sin duda, acompañado de un temple de ánimo y un espíritu nuevo.

"Quienes me subieron a bordo eran mis viejos camaradas y compañeros cotidianos, pero no me reconocieron, como si yo fuese un viajero que retornaba del mundo de los espíritus. Mi cabello, negro como el ala de un cuervo la víspera, estaba tan blanco como lo ve Ud. ahora. También se dice que la expresión de mi rostro ha cambiado."


El abandono o la entrega está, en la narración de E. A. Poe, vinculada al análisis, al ejercicio del conocimiento. Se alude a la observación, a la memoria, a la curiosidad... Esta es la razón de que no me parezca adecuada como una alegoría del mundo moderno. Nuestra circunstancia no tolera las virtudes del entendimiento, ciega toda fuente de luz y, pese a su altisonante apelación a la razón, impide toda comprensión de la vida humana. Hemos alcanzado un importante dominio de numerosos campos de fenómenos naturales, pero en nuestra disposición hay un bloqueo constitutivo para la comprensión de la historia y la vida humana.
Me limito a sugerir la lectura de otra extraordinaria narración, quizás más ajustada a las inefables condiciones de nuestro mundo, en el que la curiosidad conduce al hundimiento, en el que la incomprensión constitutiva, de lo que ya no puede llamarse el hogar del hombre, nos arroja, no a un embudo destructivo, sino a la plena incomunicación y al silencio. Donde la sinrazón de la razón absoluta - y esta es la cuestión - ahoga el fundamento de cualquier comprensión antropológica. Lo destruido con la fe, no es un prejuicio oscuro pero adventicio, sino la posibilidad de la vida del hombre, que es - de entrada - su vida corpórea y comunitaria.
Si la narración aludida deja algún lugar a la esperanza, ésta radica en el carácter de contramodelo metafísico que, a mi juicio, poseen todas las narraciones de J. L. Borges. Estoy aludiendo, en fin, al texto dedicado a Lovecraft y que lleva por título (tampoco el inglés es casual): There are more things. (El libro de arena, 1975)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Juan B. Fuentes recomienda este relato de Poe en una estrevista en la que habla sobre la situación de la política actual. Se puede ver esta entrevista en: http://fs-morente.filos.ucm.es/publicaciones/nexo/n3/Fuentes.pdf
Y el que se comenta en el presente artículo de Poe: http://laespadadelcid.wordpress.com/tizona/
Saludos en N. S. Jesucristo.

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