Cerrar una vía, negar salida. Esa es nuestra situación: obturados, detenidos, bloqueados. La aporía es fundamental, absoluta, plena. Pujamos para abrirnos paso, pero el resultado contribuye a nuestro fracaso. Nada substancial y consistente, somos nadie. Nada ha de ser, ni guardamos memoria de lo que haya sido, apenas en el umbral del instante somos. En el mundo actual cualquier persistencia es ya un triunfo, una victoria en la lámina breve de la esperanza: quebradiza, liminar, ajustada. Abrir los ojos cada mañana con el asombro de seguir siendo un día más el peso del cuerpo heredado, la lengua que otros hablaron, el hábito adquirido y fosilizado. Sin herrumbre, sin esclerosis, luminosa y nueva arquitectura del día reciente y blanco. Para nada, para reiniciar el mismo tránsito: décadas de seguir trillando la vieja parva y el mismo grano. Nada luminosa, luz en blanco. Que Dios me aguante en la firme palma de su mano.
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2 comentarios:
Amén.
Una vez más, querido Jacinto, un comentario excesivo, desmesurado, hiperbólico, inexacto.
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