
11/12/07
Elementos de política intempestiva. - II -

7/12/07
Elementos de política intempestiva. - I -
17/11/07
A propósito del Cantar de Mio Cid.

1591 d´es día se preció Bavieca en cuant grant fue España.
1591. "Desde ese día se apreció a Babieca en toda España". En esta época España podía referirse sólo a Al-Andalus, pero en este contexto parece tener su sentido amplio, es decir, "en toda la Península Ibérica"
____________________1623-1624 Que en mis heredades fuertemiente es metido
e él non ge lo gradece sinon a Jesucristo.
1623-1624. "Que se ha introducido profundamente en mis posesiones,/ y él no se lo agradece más que a Jesucristo". Las batallas contra los musulmanes norteafricanos son las únicas en las que el Cantar muestran una cierta motivación religiosa, si bien los objetivos de la lucha siguen siendo esencialmente terrenales, como dejan claro los versos 1635-1643
[Los versos 1635-1643 rezan como sigue:
1633 - ¡Grado al Criador e al Padre espirital,
todo el bien que yo he todo lo tengo delant!
1635 Con afán gané a Valencia e éla por heredad,
a menos de muert no la puedo dexar.
1638 ¡Grado al Criador e a Santa María madre,
mis fijas e mi mugier, que las tengo acá!
Venido m´es delicio de tierras d´allent mar,
1640 entraré en las armas, non lo podre dexar;
mis fijas e mi mugier verme an lidiar,
en estas tierras agenas verán las moradas cómmo se fazen,
afarto verán por los ojos cómmo se gana el pan.-
3/11/07
Comunidad Católica: El afán de cada día.

31/10/07
Mano tendida

Porque lo más grave que le puede ocurrir a una sociedad política es que sus gobernantes, en posesión de mayorías democráticas (obtenidas directamente o por coalición) y al margen de cualquier criticismo, aunque sea religioso, "sepan", al modo fundamentalista, cuáles son las leyes del progreso histórico y pretendan actuar de acuerdo con su saber" (G. Bueno Martínez)
20/10/07
Pedagogía moderna

Ahora bien, en la edad adulta entendemos, los que lo entendemos, que la infancia ha de gozar ese engaño de absoluta limpidez. Haber habitado semejante orden el tiempo suficiente es, además de una notable bendición, la condición necesaria de una firme estructura personal. A esa infancia achaco, por mi parte, la sobrecogedora ingenuidad que he conservado hasta bien entrada mi madurez. No se trata de la ignorancia del que no quiere ver el rostro duro y doloroso del mundo, sino la actitud del que sabe que el mundo esconde, precisamente, un rostro. Sólo así puede mirarse y ver la simple sutileza de una hoja, leerse y ver la compleja urdimbre de la historia, sólo así puede hablarse y decir el sentido hondo de las horas. Aventuro que todo el que con los años mantiene una curiosidad entusiasta y, bajo las agonías de la dialéctica, conserva un carácter honesto y fundamentalmente limpio ha vivido en ese falso paraíso absoluto. Absoluto es un espacio acotado o un recinto del que forma parte su límite, aquella muralla cálida porque protege y sirve finalmente de acicate y plataforma para toda salida al mundo, sólo sale al mundo el que tiene a dónde regresar. Es excusado decir que de este recinto forma parte esencial, como su centro vigilante, el legislador fundamental y fuente de toda sanción que es el Padre. "Proteger y nutrir" es el significado original de una paternidad vinculada inmediatamente al origen. Me pregunto si sabré ser esa muralla en el dominio de un mundo en demolición, en la creciente escombrera de una liberación que derriba recintos y, bajo figura de emancipación, arroja un escenario de detritos reciclables en un horizonte industrial sin barreras.
Me hablaron de la entera curiosidad presente de un sabio venerable y he recordado que, en mi infancia, estaba prohibido pisar el césped. Una cosa lleva a la otra y yo, simplemente, agradezco tener un padre.
29/9/07
Servidumbre satisfecha.

Hilaire Belloc hace un siglo:
"Dividiré el tema así: 1) Formularé algunas definiciones. 2) A continuación describiré la institución de la esclavitud y el Estado Servil, del cual constituye la base tales como eran en la antigüedad. 3) Luego esbozaré muy sumariamente el proceso por el cual esa institución milenaria de la esclavitud fue disuelta paulatinamente durante los siglos cristianos, y el sistema medieval resultante, fundado en la propiedad sumamente dividida de los medios de producción. 4) Desbaratado en algunas zonas de Europa cuando se acercaba a su plenitud, y sustituido en los hechos aunque no en la teoría jurídica, por una socidad fundada en el capitalismo. 5) A continuación, mostraré cómo el capitalismo era inaceptable por su propia naturaleza, dado que su realidad social se enfrentaba con los sistemas jurídicos vigentes o posibles, y asimismo porque sus resultados, al negar el necesario sustento y la seguridad, eran insoportables a los hombres; mostraré cómo esa inestabilidad suscitaba un problema que exigía una solución, vale decir, la implantación de alguna forma estable de sociedad en la que hubiera correspondencia entre su sistema legal y su sistema social, y cuyos resultados económicos, al conceder el necesario sustento y la seguridad fueran tolerables a la naturaleza humana. 6) Presentaré luego las tres únicas soluciones posibles: i. El colectivismo, que pone los medios de producción en manos de los agentes políticos de la comunidad. ii. La propiedad, o restablecimiento de un sistema distributivo, en que todos los ciudadanos poseen individualmente los medios de producción. iii. La esclavitud, o un Estado Servil, en el cual los que no poseen los medios de producción se verán compelidos legalmente a trabajar para aquellos que los poseen y tendrán asegurada, en retribución, la subsistencia. Ahora bien, considerada la repugnancia a preconizar directamente la tercera solución y sostener intrépidamente el restablecimiento de la esclavitud que los restos de nuestra larga tradición cristiana suscitarían en nosotros, sólo las dos primeras se encuentran a disposición de los reformadores: 1. la reacción orientada a un régimen de propiedad bien repartida o un Estado Distributivo; 2. la tentativa de establecer el Estado Colectivista ideal. Puede mostrarse fácilmente que esta segunda solución atrae de la forma más natural y sencilla a una sociedad ya capitalista, a causa de la dificultad en que se ve ésta de hallar la energía, la voluntad y la inteligencia que requiere la primera. 7) A continuación pasaré a mostrar como los esfuerzos en pos del Estado Colectivista ideal, hijo del capitalismo, llevan a los hombres que actúan en una sociedad capitalista, no al Estado Colectivista ni a nada que se le parezca, sino a esta otra cosa, completamente distinta: el Estado Servil. Añadiré a esta sección un apéndice que muestra cómo se halla fundada en una ilusión la tentativa de implantar el colectivismo gradualmente por medio de la adquisición pública de los medios de producción. 8) Reconociendo que un argumento teórico de este género, aunque intelectualmene persuasivo, no basta par dejar sentada mi tesis, terminaré suministrando ejemplos de la legislación británica moderna que prueban que el Estado Servil lo tenemos realmente con nosotros" (H. Belloc)
25/9/07
A día de hoy.

Mucho antes que el ahora afamado Michel Houellebecq, con un estilo más preciso y, sobre todo, personal y políticamente más limpio, Aquilino Duque describe la escombrera histórica de la ultramodernidad a que han arrastrado a Europa las vanguardias del progresismo. La tragedia de simple descomposición de la ultramodernidad se estrecha hasta concretarse en el personaje de Quimo, que es - al parecer - trasunto del escritor cubano Calvert Casey, que me es completamente desconocido.
Pero no escribo estas líneas para recomendar encarecidamente una obra que ya supongo conocida por ese improbable lector (cada vez más improbable en esta especie de campana de vacío con que nuestro tiempo nos envuelve) sino para señalar, con palabras de Aquilino Duque, la anomalía recurrente de una España de Triste Figura. Una España cuya condición nos es urgente llegar a comprender.
"Entre 1968 y 1973 entró en crisis lo que ha dado en llamarse modernidad, encarnada en el Occidente capitalista. Esa crisis moral en 1968, económica en 1973, tendría una repercusión política al sacudir las instituciones características de Occidente, es decir, las de la democracia parlamentaria, inorgánica, indirecta o formal. Esa crisis de la modernidad no podía afectar a España en igual medida por una razón muy sencilla, cual era la de que esa modernidad, formalmente, no existía en España. La ausencia de esa modernidad y de las instituciones que la encarnan hacía a España menos vulnerable, pero esa invulnerabilidad duraría poco. España al fin y al cabo pertenece geopolíticamente a Occidente y ambos ataques de la crisis le llegaron prácticamente juntos y tuvieron una manifestación espectacular y simbólica en el asesinato del almirante Carrero Blanco, condenado en lo económico por la subida del petróleo y en lo moral por lo que él mismo llamó la "prensa canallesca". La crisis política española maduró entre esta tragedia y la muerte del Caudillo para precipitarse poco después. El resultado fue que España se incorporaba a la modernidad de Occidente cuando ésta se hallaba en plena descomposición y en pleno descrédito, en plena crisis.
Mi obra desde 1968, concretamente a partir de la novela La rueda de fuego es una reacción contra esa modernidad en crisis. (...) Mi traslado a Italia en una año crítico para ese país - bomba de Piazza Fontana, muerte de Feltrinelli, cisma de los "intelectuales orgánicos" de Il Manifesto - me hizo ver que, al nihilismo de la contracultura respondona, la sociedad occidental respondía con el hedonismo consumista, que a los retos de la violencia extraparlamentaria no tenía otra cosa que oponer - como ha dicho el inevitable Octavio Paz - que las "fórmulas hueras" de los sistemas demoliberales. Al subconsciente afán de heroismo de la juventud, los adultos contestaban con tácticas mercantiles; a la confusión de mística y toxicomanía se adaptaban con una mezcla de lo que Marcuse llamó tolerancia represiva y Baudelaire morale de comptoir, moral de mostrador.
Horkheimer ha señalado dos etapas en la formación de la burguesía; en la primera fase, cuando se está constituyendo y aún se siente débil e indefensa, hace suyos ciertos valores permanentes que son los de religión, patria y familia, en los que se apoya y tras los que se parapeta; en la segunda fase, de opulencia económica, cuando se siente fuerte y segura, esos valores permanentes le estorban y procura desembarazarse de ellos, y esto es lo que la burguesía de Occidente, la burguesía permisiva ha hecho, como vio muy bien Passolini, con ayuda de la juventud respondona. Burguesía viene de burgo, y el burgo medieval levanta en su torno una muralla protectora, pero en el siglo del progreso y la expansión industrial, el burgo se ahoga dentro de esas murallas y las derriba" (Aquilino Duque)
Al margen de los juicios relativos al punto y modo en que España se asimila a la característica modernidad del occidente europeo, parece posible sostener la marginalidad de España respecto de la Europa moderna, oponiéndose a la cual ha transitado casi en paralelo hasta la segunda mitad del siglo XX. Esclarecer esta "modernidad paralela" de España, su figura y su génesis, es una cuestión que, ante nuestra actual situación histórica, vuelve a aparecer como urgente, perentoria, inmediata.
Pero no escribo estas líneas para recomendar encarecidamente una obra que ya supongo conocida por ese improbable lector (cada vez más improbable en esta especie de campana de vacío con que nuestro tiempo nos envuelve) sino para señalar, con palabras de Aquilino Duque, la anomalía recurrente de una España de Triste Figura. Una España cuya condición nos es urgente llegar a comprender.
"Entre 1968 y 1973 entró en crisis lo que ha dado en llamarse modernidad, encarnada en el Occidente capitalista. Esa crisis moral en 1968, económica en 1973, tendría una repercusión política al sacudir las instituciones características de Occidente, es decir, las de la democracia parlamentaria, inorgánica, indirecta o formal. Esa crisis de la modernidad no podía afectar a España en igual medida por una razón muy sencilla, cual era la de que esa modernidad, formalmente, no existía en España. La ausencia de esa modernidad y de las instituciones que la encarnan hacía a España menos vulnerable, pero esa invulnerabilidad duraría poco. España al fin y al cabo pertenece geopolíticamente a Occidente y ambos ataques de la crisis le llegaron prácticamente juntos y tuvieron una manifestación espectacular y simbólica en el asesinato del almirante Carrero Blanco, condenado en lo económico por la subida del petróleo y en lo moral por lo que él mismo llamó la "prensa canallesca". La crisis política española maduró entre esta tragedia y la muerte del Caudillo para precipitarse poco después. El resultado fue que España se incorporaba a la modernidad de Occidente cuando ésta se hallaba en plena descomposición y en pleno descrédito, en plena crisis.
Mi obra desde 1968, concretamente a partir de la novela La rueda de fuego es una reacción contra esa modernidad en crisis. (...) Mi traslado a Italia en una año crítico para ese país - bomba de Piazza Fontana, muerte de Feltrinelli, cisma de los "intelectuales orgánicos" de Il Manifesto - me hizo ver que, al nihilismo de la contracultura respondona, la sociedad occidental respondía con el hedonismo consumista, que a los retos de la violencia extraparlamentaria no tenía otra cosa que oponer - como ha dicho el inevitable Octavio Paz - que las "fórmulas hueras" de los sistemas demoliberales. Al subconsciente afán de heroismo de la juventud, los adultos contestaban con tácticas mercantiles; a la confusión de mística y toxicomanía se adaptaban con una mezcla de lo que Marcuse llamó tolerancia represiva y Baudelaire morale de comptoir, moral de mostrador.
Horkheimer ha señalado dos etapas en la formación de la burguesía; en la primera fase, cuando se está constituyendo y aún se siente débil e indefensa, hace suyos ciertos valores permanentes que son los de religión, patria y familia, en los que se apoya y tras los que se parapeta; en la segunda fase, de opulencia económica, cuando se siente fuerte y segura, esos valores permanentes le estorban y procura desembarazarse de ellos, y esto es lo que la burguesía de Occidente, la burguesía permisiva ha hecho, como vio muy bien Passolini, con ayuda de la juventud respondona. Burguesía viene de burgo, y el burgo medieval levanta en su torno una muralla protectora, pero en el siglo del progreso y la expansión industrial, el burgo se ahoga dentro de esas murallas y las derriba" (Aquilino Duque)
Al margen de los juicios relativos al punto y modo en que España se asimila a la característica modernidad del occidente europeo, parece posible sostener la marginalidad de España respecto de la Europa moderna, oponiéndose a la cual ha transitado casi en paralelo hasta la segunda mitad del siglo XX. Esclarecer esta "modernidad paralela" de España, su figura y su génesis, es una cuestión que, ante nuestra actual situación histórica, vuelve a aparecer como urgente, perentoria, inmediata.
3/9/07
1. Rafael Sánchez. Metapolítica y Mera-política.

Ahora bien, es de admirar el hermoso estilo literario con que define y describe estas formas de guerra: una guerra civil y una guerra heril, por usar términos extraídos de un contexto vinculado al asunto que nos ocupa. Por hallarse en sintonía con la distinción Metapolítica/Mera-política que queremos hacer valer, citamos unas líneas que D. Rafael - ¡cuánto nos tememos! - estimaría forzadas, fuera de lugar y torcidas. No es nuestra intención torcer la suya, sino elevar nuestras ideas por medio de su voz. A este efecto leemos "Razón (de Estado)" allí donde Rafael Sánchez escribe simplemente "La Causa". A su texto, en general, lo rodearíamos de un ejército de glosas determinantes y aceradas, dispuestas a la guerra, pero en el punto que nos interesa sólo de un silencio respetuoso. Unas líneas entre muchas. Nos permitimos destacar preciosas indicaciones:
"Cuando a Eisenhower se le sugirió que, siguiendo un uso tradicional de cortesía militar, aceptase la visita del general alemán Von Arnim, que pasaba, prisionero, por Argel, rechazó horrorizado semejante idea, como una pervivencia de barbarie. Aceptar una visita así, aun como un simple protocolo caballeresco, significaba poner, siquiera formalmente, entre paréntesis la enemistad y, por tanto, reconocer implícitamente un plano de relación humana que quedaba fuera, por encima y a salvo del alcance de la guerra misma; un plano que, dejando en suspenso las razones de ésta, se hacía virtualmente superior a ellas y, consiguientemente, las relativizaba. Y ésta era justamente la representación que el puritano sentimiento moral de Eisenhower no podía ni por un solo instante soportar; la posibilidad, ni aun como piadosa ficción ceremonial, de algún orden de valores o algún estrato humano, de la índole que fuere, que estuviese por encima de la Causa por la que combatía" (Rafael Sánchez Ferlosio)
"Cuando a Eisenhower se le sugirió que, siguiendo un uso tradicional de cortesía militar, aceptase la visita del general alemán Von Arnim, que pasaba, prisionero, por Argel, rechazó horrorizado semejante idea, como una pervivencia de barbarie. Aceptar una visita así, aun como un simple protocolo caballeresco, significaba poner, siquiera formalmente, entre paréntesis la enemistad y, por tanto, reconocer implícitamente un plano de relación humana que quedaba fuera, por encima y a salvo del alcance de la guerra misma; un plano que, dejando en suspenso las razones de ésta, se hacía virtualmente superior a ellas y, consiguientemente, las relativizaba. Y ésta era justamente la representación que el puritano sentimiento moral de Eisenhower no podía ni por un solo instante soportar; la posibilidad, ni aun como piadosa ficción ceremonial, de algún orden de valores o algún estrato humano, de la índole que fuere, que estuviese por encima de la Causa por la que combatía" (Rafael Sánchez Ferlosio)
5/8/07
Desierto tecnológico.

3/8/07
Estado y Absoluto
La política desligada o desatada de su soporte trascendente, de todo objetivo metapolítico, la mera política en suma, erige la civitas en ultima ratio. El proceso de este descuajamiento de la civilización de sus raíces antropológico-metafísicas tiene un trayecto multisecular y muy complejo. Entendemos que semejante desasimiento es la raíz del vaga-mundo moderno, del paradójico curso sin cauce de la historia ultramoderna, que conduce naturalmente al lodazal de nuestra existencia societaria. En el terreno del gobierno supone la pérdida de horizonte de la tarea del gobernante, que se convierte en contradictoria, por aporética (y, en este sentido, metafísica) causa sui. El poder como único criterio, que constituye el centro de la doctrina que llamaríamos facticismo, conduce a la elevación de la hegemonía a sucedáneo de juez metafísico. Son numerosas las manifestaciones de esta posición, por ejemplo, el conocido dictum: "La historia la escriben los vencedores", pero de nuevo ha sido la aguda perspicacia hitleriana, la que mejor la ha formulado.
"Si el pueblo alemán sucumbe en esta lucha, será que ha sido demasiado débil. En ese caso, no habrá superado su prueba ante la Historia y únicamente estará destinado al hundimiento" (A. Hitler)
Esta fórmula nítida es únicamente la expresión más lúcida del programa meramente político de las sociedades ultramodernas. De aquí se sigue, la que es, a día de hoy, nuestra posición contraria a toda forma de facticismo o mera-política.
27/7/07
Metapolítica y Mera-política
"También hice una visita a El Escorial, cuyo palacio tiene unas dimensiones comparables al de Hitler, aunque su objetivo es muy distinto, de índole espiritual: Felipe II rodeó con un convento el núcleo de su palacio. ¡Qué diferencia respecto a las ideas arquitectónicas de Hitler!. La claridad y la austeridad extremas presidían esta edificación, y las majestuosas estancias interiores tenían unas formas insuperablemente contenidas, mientras que en el palacio de Hitler regían la ostentación y el exceso. Es indudable que aquella creación casi melancólica del arquitecto Juan de Herrera (1530-1597) cuadraba mejor con la siniestra situación en que nos encontrábamos que el triunfal arte programático de Hitler. En aquellas horas de solitaria contemplación entreví por primera vez que mis ideales arquitectónicos me habían conducido por un camino equivocado" (Albert Speer)
18/7/07
La quilla contra la ola.

I.
"Tal vez yo estuviera viendo las cosas desde un ángulo demasiado desfavorable. Aún estaba lleno de prejuicios anticuados que en nada me beneficiaban. Se iban cubriendo de polvo dentro de mí, como esos trofeos de plata que tenía en casa iluminando la desolación que los rodeaba.
Desde el momento en que todo debía basarse en un contrato, que no se fundase en la confianza y el honor, ya no existían ni la fidelidad, ni la fe. La disciplina había desaparecido del mundo. La catástrofe la había substituido. Se vivía en una intranquilidad permanente donde nadie podía confiar en los demás: ¿era culpa mía?. Yo no pretendía ser peor, pero tampoco mejor"
II. "Sentí la tremenda desproporción que existe entre uno de los poderosos de la tierra y un hombre que apenas si tiene en el bolsillo el dinero necesario para el viaje de vuelta. De pronto me asaltó la idea de que no me hallaba a la altura de ese encuentro. Era una señal de desclasamiento, una sensación que jamás había conocido. Un oficial de la Caballería Ligera no podía experimentarla bajo ninguna circunstancia. Monteron nos lo decía a menudo. También decía; "Sólo cuando el capitán abandona el barco éste se pierde y se convierte en un bien mostrenco. El auténtico capitán se hunde con su barco". Se refería a la dignidad de la persona.
Esto fue lo que me vino a la cabeza mientras me temblaban las rodillas. Me acordé también de aquellos tiempos remotos en los que no abrigábamos más que desprecio por esos magnates del acero y del carbón (el cine y los autómatas ni siquiera se veían por aquel entonces; a lo sumo sólo en ferias y parques de atracciones)." (Ernst Jünger)
8/7/07
Ciudadanismo.
El Estado moderno que viene tomando (infectando) la comunidad genera en el proceso la llamada sociedad. La sociedad es sólo el resto desarticulado, el residuo o lo que va q
uedando, resultado de la destrucción comunitaria. El grado límite de una sociedad sin estructura es el tropel de los ciudadanos: bien nutridos, asistidos, arropados, cultivados en todos los sentidos, por el Estado, concebido - además - como un Estado participado uno a uno - distributiva o inorgánicamente - por todos los ciudadanos. Estado generador, fuente nutricia y sentido último de la vida del ciudadano. Ese Estado no es el de las sociedades políticas antiguas, cuya mera dimensión suponía la presencia directa, en cuerpo inmediato y a viva voz, del "polités" que no podía - responsable ante los otros, no ante la Razón de Estado (monstruo sombrío) - desfallecer irresponsablemente en sus obligaciones. Mucho menos es este Estado la "civitas" medieval o la comunidad transida en vertical por la fe en el Dios de la Trinidad y horizontalmente por vínculos de proximidad transitiva que hacen del otro un prójimo, bajo la bóveda triunfante del Dios Uno y Trino, cuyo espíritu alentaba desde Roma. El Estado Nación Moderno - monstruo sin sombra porque carece de cuerpo y, sin embargo, monstruo sombrío - o la llamada Nación Política, empieza rompiendo los cuerpos intermedios, como notan los últimos contemporáneos de la vieja comunidad, sea por ejemplo Tocqueville, y con ello deshace los vínculos de "projimidad" transitiva. Aisla, separa, condena a soleda
d. Por otra parte, su clave de bóveda es una Razón abstracta que se identifica finalmente con el interés del aparato mismo que el Estado es y se titula "Razón de Estado", concebida como razón ultima desde Maquiavelo. Frente al Terror Racionalista del Estado Moderno se elevó, para caer derrotada, la política cristiana. Hoy, poco antes de cultivarnos en sentido biológico, nuevo ministro de sanidad, mucho más allá de la falsa religión de la cultura, que se limita al pastoreo ideológico, el representante máximo del Estado nos distribuye 2.500 euros de dinero del Estado para fertilizarnos.
Dios nos proteja, mientras nos declaramos súbditos - en modo alguno ciudadanos - del "legítimo" Rey de España. Acaso - añadiríamos - ni súbditos, ni ciudadanos, sino españoles y vecinos de nuestro lugar. Vale.

2/7/07
Cuartel o Burdel.

Que la felicidad haya que ligarla a sus contenidos metafísicos (destino del hombre, vida eterna, presencia de Dios, percepción de la belleza...) parece inexcusable. Si la modernidad bloquea estos contenidos en virtud de su crítica racionalista de la metafísica, la felicidad se reduce tendencialmente a un estado bioquímico de relajación o bienestar suscitable de modos diversos. El fracaso de esta vía, manifiesto en la proporción directa entre el aumento del consumo de drogas de la felicidad y el número de depresiones, suicidios y conductas destructivas, exige rehabilitar los contenidos metafísicos pretendidamente bloqueados o negados por la crítica moderna. Semejante rehabilitación exige un vuelco de alcance ontológico que nos enfrenta con la modernidad y su curso varias veces secular. Por lo que toca al terreno de la pedagogía política aventuramos que supondría efectos directos, cuya actual estigmatización indica la dificultad de una reversión que juzgamos, sin embargo, perentoria. Sin duda, esa reversión supondría en el terreno social y político la elevación a clave determinante de la vieja idea de la DISCIPLINA.
30/6/07
Piedra de toque - Clave de bóveda

"Pero la "filosofía de la felicidad" es una cáscara vacía cuando la felicidad se ha separado de los contenidos metafísicos (destino del Hombre, universalidad teológica o cósmica) que le dieron origen. Y a esta confusión contribuyeron los abundantes libros, que arrojan sucesivamente al mercado las editoriales, titulados filosofía de la felicidad escritos generalmente por profesores de filosofía que meten en el mismo saco, con el objeto de llenar el cupo de páginas concedidas, a una exposición de Epicuro y a una de Aristóteles, a Santo Tomás y a Bertrand Russell, como si todos ellos fueran respuestas alternativas a una misma cuestión previa y exenta: la Idea de la Felicidad humana; cuando, es la tesis de este libro, no se trata tanto de discutir si la felicidad humana es o no es posible, si existe o no existe, si su contenido es éste o el otro, sino de discutir si "existe" la Idea misma de la felicidad. Es lo mismo que ocurre en los debates teológicos acerca de si Dios existe o si no existe...: no cabe discutir esto, si Dios existe o si Dios no existe, porque de lo que hay que discutir es si existe o no existe la Idea de Dios". (Gustavo Bueno Martínez. El mito de la felicidad)
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