25/5/08

Sr. García, Manolo.

Algunos carecemos de sensibilidad artística. No se piense que esto constituye privación alguna, sino al contrario, porque hemos aprendido que todo fenómeno encierra una maravilla, que todo instante es poético y por eso es vana la distinción entre la vida del poeta y la vida del común, entre la sensibilidad artística y la sensibilidad humana. Otra cosa es el arte, cuya habilidad requiere de un laborioso ejercicio (y lo cierto es que tampoco es fácil estar continuamente al tanto del fragor milagroso de lo cotidiano.) No es que haya ideas trascendentes del pelo, el barro y la basura, es que estas son asombrosas realidades. Aún diré más: si pavoroso y pleno es el mundo, lo es más el frágil junco capaz de contemplarlo. Pretender hacer de su obra llamada artística, de la obra de arte, un objeto de compromiso es de una ingenuidad soberbia. Dicho de otro modo: pensar que el arte ha de ser comprometido es una ingenuidad "porque nadie sabe del todo lo que ejecuta". No me resisto a la cita. Escribió Borges en 1975: "Empiezo por divisar una forma, una suerte de isla remota, que será después un relato o una poesía. Veo el fin y veo el principio, no lo que se halla entre los dos. Esto gradualmente me es revelado, cuando los astros o el azar son propicios. Más de una vez tengo que desandar el camino por la zona de sombra. Trato de intervenir lo menos posible en la evolución de la obra. No quiero que la tuerzan mis opiniones, que son lo más baladí que tenemos. El concepto de arte comprometido es una ingenuidad, porque nadie sabe del todo lo que ejecuta". Las artes parecen haber resultado al desprenderse el arte del pintor, el músico o el poeta... de las actividades comunes, sustantivándose sus obras al afirmarse por sí mismas en cuanto productos de un Arte que empezaría a escribirse con mayúsculas: el arte por el arte. Las artes tradicionales estaban de suyo comprometidas, el Arte moderno buscará, a veces, un dislocado compromiso. Pero entonces y ahora nadie sabe, del todo, lo que ejecuta. Ignorante en materia artística, disfruto la música de Henry Purcell y dejo de gustar de lo que suena a partir del siglo XVIII, difícilmente disfruto de un arte que parece hecho para ser entendido, obra de esforzados individuos en el arte de entenderse porque carecen de norma que los constituya, al respecto la clave puede hallarse en la carta de Kafka a su padre y su notable lamento: Ich habe niemals die Regel erfahren ("Nunca me han dicho cuál es la norma"). Pero aparece ahora un músico popular de enorme éxito (ese enorme éxito lo hace tan significativo) y me obliga a confesar dos pecados fundamentales que esconden su asqueroso rostro bajo lo que llevo escrito; el primero es pecado de soberbia: la propia del tonto letrado que cree que se sitúa lejos del tráfago del mundo moderno y señala al pasado como único lugar de la presencia, pronunciando oscuramente el viejo odi profanum vulgus et arceo. La memez del intelectual, que uno creía siempre lejos de sí mismo. El segundo es su inseparable y horroroso correlato: desesperación y pesimismo que impiden hallar a día de hoy, en el mismo presente que nos ha sido regalado, no ya vestigios o ruinas, sino formas plenas del sentido del mundo u hombres capaces de manifestarlas.
Todo esto para decir que Manolo García ha publicado canciones nuevas y hacer al respecto un par de consideraciones. En primer lugar que nunca había oído yo declaración política alguna de su parte, singularidad en un mundo - éste del arte - de activistas y militantes comprometidos. Ahora, sin embargo, incluye un gesto de compromiso que no es propiamente político, sino antropológico. Escribe: "Creo que va quedando claro que no basta con "cerrar el grifo o ducharse en vez de bañarse", con "separar el vidrio y el plástico". La cosa va mucho más allá. Por ejemplo, y sólo es una entre las miles de causas del problema, la forma en que nos hemos ido acostumbrando (y nos han ido acostumbrando) a entender progreso y confort. Como ya sabemos, para conseguirlo un 20% del planeta estamos destruyendo el planeta entero. Y en mi opinión, encima, ni progresamos ni somos felices". [Añade un instrumento de afiliación a un amplio conjunto de grupos ecologistas: con cualquier entrada a unos de sus próximos conciertos podrá su público hacerse socio durante un año de alguna de las mencionadas asociaciones]. Comparto su alarma. Ahora bien, no conozco asociación ecologista alguna - ya la idea misma de "ecología" deja clara la posición - que no posea una comprensión naturalista del hombre y, por lo mismo, que no se sitúe en un universalismo abstracto desde el que se contempla un presunto género humano, asumido además como género anterior, es decir como especie humana biológica. Una perspectiva característicamente moderna. Pero lo que tenemos no es un problema ecológico sino histórico o político cuya profundidad ataca ya a los elementos antropológicos de la civilización que están siendo tomados y descompuestos por el desarrollo histórico de un orden ya multisecular, que designamos con el título breve de modernidad. Ataca a estos elementos en sus dos costados, destruye el mundo porque desarticula aquel citado junco que lo contempla, deshace el mundo porque quiebra la comunidad que lo soporta y no la recíproca. En este terreno nada tienen que decir las asociacones ecologistas pero dice mucho el artista que no parece saber todo lo que ejecuta. Dice mucho una canción pequeña que describe, nada más y nada menos, que una pequeña tienda (¿qué mejor contrafigura del infierno de las grandes superficies?). Dice:

"Hay sobre las puertas agrietadas
cruces de pita seca.
Y en aleros desconchados
cuelgan mazorcas regadas de alberca.
Y yo me siento ante la mesa vieja
frente al paisaje

a contemplar; a regentar tu tienda
y fluir con la tarde.

Hay sobre las puertas que han vivido

otras manos, otros roces, otras dichas,
y en sus despintadas vetas,
dignidad de rincón tibio, de cueva
de taberna.

Es tu figón, tu pequeña tienda.
Y yo me siento ante la mesa vieja
frente al paisaje
a contemplar, a regentar la tienda

y fluir con la tarde (...)"

Me permito poner en continuidad palabras de E. Jünger: "Este es el lugar donde cambian de dueño objetos que durante muchos años, durante decenios y siglos han estado llevando una vida soñolienta en las familias y en los hogares- Afluyen de las habitaciones, de los desvanes, de los tasteros y traen consigo recuerdos anónimos. El mercado está repleto de irradiaciones de los lares". Cada vez es más difícil encontrar mercados y tiendas semejantes.

En fin, me limito a señalar una canción que García ha titulado "Saldremos a la lluvia", con un estribillo que podría convertirla en himno, dice un fragmento:

"...sobre la superficie caminamos;
que sobre la superficie nos salvamos.
No sólo pueden ellos. Y mejor si no hay motores
Tenemos velas.
Bajo nosotros, los huesos y las piedras
que son los sedimentos de nuestra incierta gloria.
Y si llueve saldremos a la lluvia
a vaciar el semillero de sonrisas
y esperar cosecha. En la silla de parar las prisas.
Tanto correr, tanto asentir, tanto quemarse...
El viento traerá nuevos encuentros,
amores nuevos y una vida dulce,
más plena cuanto menos soberbia..."

En fin, lo dejo aquí entre la agonía y la esperanza.

14/5/08

Escolios I

La voz del lacónico es más poderosa que el continuo eco del locuaz. Pocos maestros de la concisión como D. Nicolás Gómez Dávila. Aquí queda como un regalo a los amigos y como un pozo en el desierto del mundo.

- El alma crece hacia adentro.

- La vida de la inteligencia es un diálogo entre el personalismo del espíritu y el impersonalismo de la razón.

- La convicción del predicador sucede a la prédica

- Cristo es el objeto de la tradición evangélica, pero sólo la tradición evangélica puede ser objeto del historiador.
El aparato para percibir el objeto de la tradición evangélica no es la historia, sino la Iglesia.

- El hastío no es fruto de la posesión prolongada, sino el contacto fugaz con mil objetos.

- Una existencia feliz es tan ejemplar como una virtuosa.

- La pobreza es la única barrera al tropel de vulgaridades que relinchan en las almas.

- El Renacimiento, el Aufklärung y la tecnocracia son hijos indiscutibles del cristianismo.
Hijos crecientemente siniestros que engendra en la esperanza cristiana el olvido del pecado original.

- Los programas políticos actuales son ideologías de una mentalidad que culpa de los problemas que la angustian a las "estructuras sociales" que detesta, para ocultar que son producto del desarrollo técnico que admira.

- Los que denuncian la esterilidad del reaccionario, olvidan la noble función que ejerce la clara proclamación de nuestro asco.

- El espíritu engendra en la angustia; pero sólo en la dicha no aborta.

- Que rutinario sea hoy insulto comprueba nuestra ignorancia en el arte de vivir.

- De los seres que amamos su existencia nos basta.

- Que ciertos hombres auténticamente grandes nos irriten se debe a los admiradores que tienen.
Pero nadie es totalmente inocente de los admiradores que conquista.

- Antipatía y simpatía son las actitudes primordiales de la inteligencia.

- La idea no es un espectro, sino un cuerpo verbal, denso, sonoro, luminoso.

- El revolucionario no odia porque ama, sino ama porque odia.

- Cuando hoy nos dicen que alguien carece de personalidad, sabemos que se trata de un ser sencillo, probo, recto.

- El moderno ya sabe que las soluciones políticas son irrisorias y sospecha que las económicas lo son también.

- La ley es el embrión del terror.

- Sólo profanos y catecúmenos creen en la importancia de la instrucción.
Todo pedagogo es furtivamente analfabeto.

- Cuando definen la propiedad como función social, la confiscación se avecina; cuando definen el trabajo como función social, la esclavitud se acerca.

10/5/08

Profanación ostensiva.

A menudo se señalan expresiones burladas, en este reino del eufemismo y la equivocidad. Algunas están de actualidad, otras, menos evocadas hoy, jamás tuvieron sentido ni referencia, entre éstas por ejemplo: democracia participativa. Pero encuentro una que resulta como una forzada mueca trágica, de risa aterradora, en un mundo sin horizonte que conoce más muertos por suicidio que por accidentes de tráfico. Me refiero a la expresión fiesta popular. Ya el adjetivo es un índice de corrupción del pleno y absoluto substantivo fiesta, que nunca ha podido tener sentido al margen de la comunidad. El adjetivo popular resulta, en efecto, un reclamo de autenticidad exigido por la impostura masiva de ciertos actos de democracia participativa. A las tantas de la madrugada, envuelto a mi pesar por un acto de esta índole, en el que los ciudadanos gozan de su democrático esparcimiento...

8/5/08

D. Francisco Ayala. [3]. Imperio Civil e Imperio Heril (materiales de construcción)

Las "unidades de supervivencia" (N. Elias) resultantes de la fragmentación de la República Cristiana, que adoptaron inicialmente la forma de las Monarquías protomodernas y finalmente de democráticos Estados Nacionales, han sido las protagonistas del proceso por la hegemonía universal. Pero entre los protagonistas aparecen unidades irreductibles a la forma del Estado Nacional. Son estos los adalides de la paz, esto es, lo defensores de su hegemonía en el estado actual del mundo, gracias al esbozo de una nueva técnica organizatoria de proporciones mundiales, tal es el Imperio Británico. Estructura imperial cuya contrafigura encuentra Ayala, justamente, en el derrotado Imperio Español.

"Ahora bien: el status quo de la dominación mundial estaba sostenido (...) por la estructura del Imperio británico, que no es propiamente una "nación", sino el esbozo de una técnica organizatoria de proporciones mundiales; esbozo primero e insuficiente, pero provisto de unas condiciones intrínsecas que, para ese período, le daban oportunidades de éxito negadas, en cambio, a formaciones imperiales como la española, a la que había correspondido el esfuerzo inicial y más duro con la apertura del mundo y la inclusión del continente americano en la civilización occidental. Aquellas condiciones ventajosas del Imperio británico pueden resumirse en la flexibilidad que le prestan sus cualidades de mero dispositivo técnico, por virtud de las cuales sería un instrumento incomparablemente eficiente y moderno. A tal respecto resultará muy ilustrativa la compulsación con las características del Imperio hispano, reveladas, ante todo, en los correspondientes rendimientos. Mientras que la colonización española transportó dondequiera, inescindidas, civilización y cultura, poniendo en esta última el mayor énfasis, con el resultado notorio de reacuñar la materia humana y social de culturas ajenas en la cultura occidental cristiana, extendiéndola a nuevos territorios y gentes, la colonización inglesa ha sometido aquellos sobre que se ejerció su dominio a un trato puramente técnico, haciendo de ellos medios al servicio de sus propios fines. Esto se encuentra exactamente expresado en el carácter mercantil que suele atribuirse a esa dominación: no es que Inglaterra haya dejado nunca de emplear con largueza los medios de poder en apoyo de su imperio; pero los ha empleado siempre en respaldo de intereses económicos y nada más que así, manteniendo, en cambio, la actitud de máxima indiferencia frente a los problemas culturales de las poblaciones implicadas. El resultado es una máxima holgura de movimientos, en contraste con la tozudez española, trabada en el empeño de una colonización tanto o más espiritual que material. El criterio racional de que es tipificación el comerciante consiente transigir, regatear, retroceder, etcétera, pues en su cálculo no entra el núcleo de la personalidad, sino tan sólo valores mensurables, no se compromete nunca a fondo, y todos sus actos son a beneficio de inventario. De ahí la aparente suavidad de la dominación británica y su ponderada eficiencia. La falla de tal eficiencia puede radicar, sin embargo, en esa actitud prescindente y fría, que liga a los hombres en estructuras técnico-organizatorias y los adiestra en manejos técnico-materiales, pero no los incorpora en una comunidad de cultura, de manera que, siendo capaces de una solidaridad de intereses, no lo son en igual medida de una solidaridad de destino. Resulta de ello que la estructura imperial británica, prevaleciendo en el mundo a favor del equilibrio de poderes nacionales europeos, se conmueve tan pronto como ese equilibrio amenaza alterarse por el crecimiento de alguna nación - Francia, primero; luego Alemania - dotada de nueva pujanza, cuyo despliegue rebasa o pretende rebasar las proporciones nacionales."

D. Francisco Ayala. [2]. Técnica / Política. (materiales de construcción)

Ayala desgrana las consecuencias de la moderna substantivación de la política, hipóstasis en que consiste la Mera Política o la Política Pura. Acabará yendo al lugar que al Imperio Católico corresponde en la batalla de la historia, un lugar definido por la Triste Figura de la Esperanza Derrotada, aunque - afirmamos aquí - no vencida.

"Las consecuencias de esto son obvias. Dondequiera que exista una realidad histórica encontraremos una sociedad políticamente organizada y, por tanto, una vida humana penetrada por las pugnas de dominación, pues la política ¿qué es sino la penetración de la actividad técnica - cuyo sentido general está en la dominación de la naturaleza - hasta el seno de la convivencia humana, que mediante ella se encuadra dentro de estructuras sociales provistas de aptitud histórica? En esas estructuras sociales encajan y toman forma los impulsos vitales de que se alimenta no sólo el movimiento de la historia, sino también toda creación de cultura, por lo que ha podido decirse de ellas que son, al mismo tiempo, base de toda objetivación espiritual, pero ya también espíritu objetivado. Y como la política sólo puede desarrollarse por los cauces formales de dichas estructuras, sin las cuales desemboca en un caos, el impulso de dominación que la mueve tiene que estar integrado en el espíritu, componiéndose con sus valores y plegándose en alguna medida a su orientación. Por eso, el complejo de la cultura, no obstante nutrirse de los impulsos de dominación que ponen en marcha la historia, ha inordinado siempre la política de tal manera que, relegada en el orden ideal al plano ínfimo de la necesidad sin ley, tuviera que revestir sus manifestaciones de una justificada ideología plegada a las determinaciones del espíritu. Sólo por la referencia a valores espirituales quedaba cohonestado el hecho de la dominación del hombre sobre el hombre. Pues bien: el maquiavelismo - bajo cuya rúbrica debe cubrirse todo lo que, en relación con la política, corresponde típicamente a la Edad Moderna - renuncia a semejante justificación y, rompiendo el lazo que unía en las estructuras básicas de la sociedad histórica a la técnica con la cultura, coloca la política, sustraída a la ley del espíritu, bajo un régimen autónomo. Lo que significa, en definitiva, una resuelta politización de la vida humana (...) . Así, no se trata ya de que por fuerza de la necesidad, se impongan en la práctica los contenidos de la voluntad de dominación desconsiderando prescripciones del espíritu; se trata de que tales contenidos proclaman teóricamente su preeminencia, en una suplantación del valor que, operada en los ciminentos del edificio social, no podía dejar de arruniarlo.
Tal vez esto, que resulta muy comprensible en términos intelectuales, aparezca desvaído en el orden de las vivencias para una sensibilidad como la nuestra actual, que el ejercicio, cada vez más intenso a lo largo de cuatro centurias, del cinismo político, ha embotado de modo penoso; pero la reacción indignada que las primeras manifestaciones de ese cinismo - tan débiles, sin embargo, al lado de las que nuestra generación ha presenciado - hubo de producir en la conciencia europea, y de la que ofrece documentado testimonio la literatura antimaquiavelista de los siglos XVI y XVII, evidencia hasta qué punto se sintió en el seno de nuestra cultura el alcance funesto de esa subversión. Por lo demás, es bien significativo que la reacción antimaquiavelista fuera sostenida por los portavoces de la tradición universalista católica, antimoderna, en cuya defensa se había empeñado el Imperio español, y que tal defensa constituyera un verdadero callejón sin salida: la politización de la vida humana, toda ella subordinada ahora a los fines del Estado, venía exigida por la empresa de dominación del planeta, tanto política como técnico-material, que el hombre cristiano iba a llevar a cabo durante el curso de la Edad Moderna. (...) .
El que esta obra pudiera llegar a ser cumplida, en lo que se refiere a la organización político-social, sin necesidad de dar un nuevo paso para ampliar las bases nacionales que fueron su punto de partida (...) puede bien considerarse como una desgracia y causa de los peores trastornos que ha sufrido y sufre el mundo en el curso de la crisis actual. (...) la colaboración en el terreno técnico-material entre las distintas naciones estaba garantizada por el carácter objetivo de la investigación científica, cuyos resultados no podían ser conservados a la larga en monopolio, pese a los cuidados más celosos... y de ese modo, los círculos nacionales pudieron extender la civilización occidental a todo el planeta mediante acciones independientes y rivales, en cuyo curso de producían rozamientos y conflictos entre ellos... . Tales conflictos, sin embargo, no habían de tener por lo pronto el carácter agudo que asumieron por último en el siglo actual. Era una lucha parcial en torno a objetivos delimitados, en la que no se ventilaba la existencia de las unidades políticas implicadas... mientras quedaran en el planeta sectores libres disponibles para la iniciativa colonizadora. El agotamiento de las posibilidades de este orden sería la señal para iniciación de conflictos totales, destinados a dirimir, decidiendo acerca de la existencia de las unidades políticas - nacionales - en lucha. (...)
Una nueva nacion, Alemania, "llegada tarde al reparto de la tierra", "reclamaba su lugar al sol" y ponía en planta una serie de pretensiones y alegados derechos que han sido, hasta el último instante, el eje polémico de su agresión contra los beneficiarios del status quo"

D. Francisco Ayala. [1] Catolicismo y Maquiavelismo. (materiales de construcción)

Tiempo atrás señalaba agradecido a D. Francisco Ayala, ante la lectura de su Tratado de Sociología. Parodiando aquello de Nietzsche, en torno a la fealdad de Sócrates, me atravería a señalar lo que es de todos sabido, y puede verse todavía: qué viejo es. Mas la longevidad, en sí un aval, es entre católicos casi una demostración... y no es feo. ¿Es católico acaso D. Francisco?. Quizás lo sea al modo profundo en que católico es, contra su propia determinación por el "agnosticismo", el maestro Ortega y Gasset. Decir esto y no sostenerlo formalmente puede parecer una provocación. Es una convicción y está lejos de mi ánimo toda actitud provocadora. En otro momento podríamos hablar de la antropología orteguiana en defensa de esa afirmación y Ortega es parte formal de la filosofía, o de la sociología, de Ayala y de tantos otros. Me limito a poner sus palabras en continuidad con las mías, con la esperanza de que queden éstas sancionadas.

"...en Aristóteles - es sabido - la política forma parte de la ética; en Santo Tomás está incluida dentro de un imponente aparato teológico. Y sólo ahora, en Maquiavelo, aparece por primera vez dotada de valor sustantivo, desligada de la religión y de la moral, y afirmada en un régimen autónomo.
Esta autonomía del orden político en el conjunto de la cultura estaba destinada a tener consecuencias incalculables. A primera vista puede advertirse en ella un síntoma de la ruptura del complejo espiritual, cada uno de cuyos sectores, separado del resto, tiende a constituirse en una esfera independiente y cerrada. (...). Pero no se trata sólo de que la política reclamara su autonomía y pidiera ser sometida en la teoría tanto como en la práctica, a su propia ley; la autonomía de la política respecto de la religión y la moral es en verdad expresión, no ya de la ruptura de la unidad espiritual de Occidente, sino más bien de la primacía del orden político y, con eso, de una inversión en la jerarquía de los valores en su seno. Pues sustantivada la política, que, en su pura esencia y una vez vaciada de cualquier contenido ético, consiste en la técnica que organiza las relaciones sociales en un aparato de dominación, pasan a prevalecer en su teoría los criterios del éxito por el que toda técnica se justifica. Y siendo ese aparato técnico-organizativo, como lo es, base y asiento y armazón de todo el edificio de la cultura, los criterios que en él se consideran válidos se entienden válidos para toda ella. La organización de las relaciones de poder que dan contenido a la política obliga siempre, en cualquier circunstancia cultural, a lo que suele llamarse "las impurezas de la práctica", y por eso en todo tiempo la realidad histórica aparece cargada de violencia, expolios, torturas y asesinatos, séquito horrible de la dominación del hombre por el hombre. Pero, normalmente, frente a esa realidad tan atroz como inevitable se alzan los principios, oponiendo con inexorable rigor lo que debe ser a lo que, en efecto, es; principios que derivan de los valores inmutables del espíritu y cuya validez no puede ser borrada por el hecho de su incumplimiento práctico. Su reconocimiento salva la humanidad del hombre, aunque las necesidades de la vida le fuercen a proceder inhumanamente y contra todo principio. Mas un vez que se eleva a principio de conducta la razón de Estado... y se declara el interés de la dominación como norma del gobierno, se ha perdido el equilibrio entre el despliegue cultural y el despliegue político, y la esfera de validez incondicionada según las exigencias del espíritu ha quedado suplantada por una falsa validez, que no es sino el criterio de la técnica, a saber: la funcionalidad, el éxito de la manipulación, la medida por el resultado. "

4/5/08

El pavoroso cuerpo del hombre (materiales de construcción)


André Martinet.
"Es probable que las relaciones del hombre y de su lenguaje sean de naturaleza demasiado particular para que se pueda deliberadamente colocar a este último en un tipo más amplio de funciones determinadas. No se podría afirmar que el lenguaje sea el resultado de la actividad natural de algún órgano, como lo son la respiración o el andar, que constituyen, por así decirlo, la razón de ser de los pulmones y las piernas. Se habla, es cierto, de órganos de la palabra, pero se añade, en general, que la primera función de cada uno de estos órganos es otra cualquiera: la boca sirve para la ingestión de los alimentos, las fosas nasales para la respiración y así sucesivamente. La circunvolución del cerebro en que se ha querido ver el asiento de la palabra, porque sus lesiones están frecuentemente unidas a la afasia, tiene algo que ver probablemente con el ejercicio del lenguaje, pero nada prueba que sea ésa su función primera y esencial.
En esta situación se ha pensado en situar el lenguaje entre las instituciones humanas, y esta manera de ver ofrece ventajas indudables..."

Sto. Tomás de Aquino:
"Además en el caso del alma racional debe considerarse otra cosa; en efecto, no solamente sin la materia y sin sus condiciones recibe las especies inteligibles, sino que ya no hay posibilidad de que en su operación propia tenga comunicación con un órgano corporal de suerte que una cosa corporal, fuera órgano de la intelección, como el ojo lo es de la visión. Así, por el hecho de que tiene una operación propia sin comunicación con el cuerpo es necesario que el alma intelectiva obre por sí..."

Konrad Lorenz:
"Ya un órgano, cuya función conservadora de la especie no consiste en reproducir las cosas reales, sino en enfrentarse mecánicamente a ellas, al adaptarse a su función se convertirá siempre, en cierto sentido, en una imagen de esa cosa, en su "contrapunto", para usar la expresión de Jakob von Uexküll. La forma de un órgano es, en cierta medida, el negativo, la copia de los datos inmutables del mundo exterior inorgánico en la matriz plástica de la sustancia orgánica. Así la aleta del pez es, en su forma, y mucho más en su movimiento una imagen de la ola. El casco del caballo es casi una copia del suelo de la estepa, tal como la huella real que deja en él es su copia en un sentido que difícilmente podría calificarse de figurado. Lo mismo puede decirse, ta vez, de modo más directo, de los órganos sensoriales, cuya función conservadora de la especie consiste en reproducir determinados datos de la realidad extrasubjetiva. La analogía entre el órgano adaptado a la función concreta de transmisión y el objeto real de esa transmisión no acaba ahí. "Si el ojo no se pareciera al sol, no podría divisarlo". Goethe creía, es cierto, en una especie de "armonía preestablecida" entre el órgano receptor y el objeto que ha de captar, pero comprendió correctamente el hecho de que el ojo, con su forma esférica, la estructura radial del iris, la función del cristalino y de la retina es una especie de "contrasol", una copia en contrapunto de las leyes eternas a las que obedecen los rayos luminosos. Lo que vale para el órgano vale también para su función. Por eso, afirmar que las estructuras de nuestro sistema nervioso central que sirven para reflejar el mundo se hallan, como el ojo respecto del sol, en una relación de analogía más íntima, más particularizada con la naturaleza de aquello que han de reflejar, significa afirmar ya la relación en la que el mundo de nuestras vivencias se halla repecto de las cosas reales que están por detrás de dichas vivencias. Se trata simplemente de la relación de mayor o menor analogía que, por lo demás, existe también entre la imagen y la realidad. Nuestro mundo vivencial es un modelo de la realidad extrasubjetiva construido por los receptores del sistema nervioso central, sistema al que pertenecen tanto los órganos sensoriales y las estructuras nerviosas que crean percepciones a partir de los datos de los sentidos como las estructuras centrales del cerebro que determinan las formas a priori de la intuición y las categorías"

DE LA NADA, QUE AVANZA

Ese título es casi un lugar común, el desierto debiera habernos asfixiado ya. Acaso lo ha hecho. Me miro las manos, nervudas y cruzadas de v...