Ayala desgrana las consecuencias de la moderna substantivación de la política, hipóstasis en que consiste la Mera Política o la Política Pura. Acabará yendo al lugar que al Imperio Católico corresponde en la batalla de la historia, un lugar definido por la Triste Figura de la Esperanza Derrotada, aunque - afirmamos aquí - no vencida.
"Las consecuencias de esto son obvias. Dondequiera que exista una realidad histórica encontraremos una sociedad políticamente organizada y, por tanto, una vida humana penetrada por las pugnas de dominación, pues la política ¿qué es sino la penetración de la actividad técnica - cuyo sentido general está en la dominación de la naturaleza - hasta el seno de la convivencia humana, que mediante ella se encuadra dentro de estructuras sociales provistas de aptitud histórica? En esas estructuras sociales encajan y toman forma los impulsos vitales de que se alimenta no sólo el movimiento de la historia, sino también toda creación de cultura, por lo que ha podido decirse de ellas que son, al mismo tiempo, base de toda objetivación espiritual, pero ya también espíritu objetivado. Y como la política sólo puede desarrollarse por los cauces formales de dichas estructuras, sin las cuales desemboca en un caos, el impulso de dominación que la mueve tiene que estar integrado en el espíritu, componiéndose con sus valores y plegándose en alguna medida a su orientación. Por eso, el complejo de la cultura, no obstante nutrirse de los impulsos de dominación que ponen en marcha la historia, ha inordinado siempre la política de tal manera que, relegada en el orden ideal al plano ínfimo de la necesidad sin ley, tuviera que revestir sus manifestaciones de una justificada ideología plegada a las determinaciones del espíritu. Sólo por la referencia a valores espirituales quedaba cohonestado el hecho de la dominación del hombre sobre el hombre. Pues bien: el maquiavelismo - bajo cuya rúbrica debe cubrirse todo lo que, en relación con la política, corresponde típicamente a la Edad Moderna - renuncia a semejante justificación y, rompiendo el lazo que unía en las estructuras básicas de la sociedad histórica a la técnica con la cultura, coloca la política, sustraída a la ley del espíritu, bajo un régimen autónomo. Lo que significa, en definitiva, una resuelta politización de la vida humana (...) . Así, no se trata ya de que por fuerza de la necesidad, se impongan en la práctica los contenidos de la voluntad de dominación desconsiderando prescripciones del espíritu; se trata de que tales contenidos proclaman teóricamente su preeminencia, en una suplantación del valor que, operada en los ciminentos del edificio social, no podía dejar de arruniarlo.
Tal vez esto, que resulta muy comprensible en términos intelectuales, aparezca desvaído en el orden de las vivencias para una sensibilidad como la nuestra actual, que el ejercicio, cada vez más intenso a lo largo de cuatro centurias, del cinismo político, ha embotado de modo penoso; pero la reacción indignada que las primeras manifestaciones de ese cinismo - tan débiles, sin embargo, al lado de las que nuestra generación ha presenciado - hubo de producir en la conciencia europea, y de la que ofrece documentado testimonio la literatura antimaquiavelista de los siglos XVI y XVII, evidencia hasta qué punto se sintió en el seno de nuestra cultura el alcance funesto de esa subversión. Por lo demás, es bien significativo que la reacción antimaquiavelista fuera sostenida por los portavoces de la tradición universalista católica, antimoderna, en cuya defensa se había empeñado el Imperio español, y que tal defensa constituyera un verdadero callejón sin salida: la politización de la vida humana, toda ella subordinada ahora a los fines del Estado, venía exigida por la empresa de dominación del planeta, tanto política como técnico-material, que el hombre cristiano iba a llevar a cabo durante el curso de la Edad Moderna. (...) .
El que esta obra pudiera llegar a ser cumplida, en lo que se refiere a la organización político-social, sin necesidad de dar un nuevo paso para ampliar las bases nacionales que fueron su punto de partida (...) puede bien considerarse como una desgracia y causa de los peores trastornos que ha sufrido y sufre el mundo en el curso de la crisis actual. (...) la colaboración en el terreno técnico-material entre las distintas naciones estaba garantizada por el carácter objetivo de la investigación científica, cuyos resultados no podían ser conservados a la larga en monopolio, pese a los cuidados más celosos... y de ese modo, los círculos nacionales pudieron extender la civilización occidental a todo el planeta mediante acciones independientes y rivales, en cuyo curso de producían rozamientos y conflictos entre ellos... . Tales conflictos, sin embargo, no habían de tener por lo pronto el carácter agudo que asumieron por último en el siglo actual. Era una lucha parcial en torno a objetivos delimitados, en la que no se ventilaba la existencia de las unidades políticas implicadas... mientras quedaran en el planeta sectores libres disponibles para la iniciativa colonizadora. El agotamiento de las posibilidades de este orden sería la señal para iniciación de conflictos totales, destinados a dirimir, decidiendo acerca de la existencia de las unidades políticas - nacionales - en lucha. (...)
Una nueva nacion, Alemania, "llegada tarde al reparto de la tierra", "reclamaba su lugar al sol" y ponía en planta una serie de pretensiones y alegados derechos que han sido, hasta el último instante, el eje polémico de su agresión contra los beneficiarios del status quo"
"Las consecuencias de esto son obvias. Dondequiera que exista una realidad histórica encontraremos una sociedad políticamente organizada y, por tanto, una vida humana penetrada por las pugnas de dominación, pues la política ¿qué es sino la penetración de la actividad técnica - cuyo sentido general está en la dominación de la naturaleza - hasta el seno de la convivencia humana, que mediante ella se encuadra dentro de estructuras sociales provistas de aptitud histórica? En esas estructuras sociales encajan y toman forma los impulsos vitales de que se alimenta no sólo el movimiento de la historia, sino también toda creación de cultura, por lo que ha podido decirse de ellas que son, al mismo tiempo, base de toda objetivación espiritual, pero ya también espíritu objetivado. Y como la política sólo puede desarrollarse por los cauces formales de dichas estructuras, sin las cuales desemboca en un caos, el impulso de dominación que la mueve tiene que estar integrado en el espíritu, componiéndose con sus valores y plegándose en alguna medida a su orientación. Por eso, el complejo de la cultura, no obstante nutrirse de los impulsos de dominación que ponen en marcha la historia, ha inordinado siempre la política de tal manera que, relegada en el orden ideal al plano ínfimo de la necesidad sin ley, tuviera que revestir sus manifestaciones de una justificada ideología plegada a las determinaciones del espíritu. Sólo por la referencia a valores espirituales quedaba cohonestado el hecho de la dominación del hombre sobre el hombre. Pues bien: el maquiavelismo - bajo cuya rúbrica debe cubrirse todo lo que, en relación con la política, corresponde típicamente a la Edad Moderna - renuncia a semejante justificación y, rompiendo el lazo que unía en las estructuras básicas de la sociedad histórica a la técnica con la cultura, coloca la política, sustraída a la ley del espíritu, bajo un régimen autónomo. Lo que significa, en definitiva, una resuelta politización de la vida humana (...) . Así, no se trata ya de que por fuerza de la necesidad, se impongan en la práctica los contenidos de la voluntad de dominación desconsiderando prescripciones del espíritu; se trata de que tales contenidos proclaman teóricamente su preeminencia, en una suplantación del valor que, operada en los ciminentos del edificio social, no podía dejar de arruniarlo.
Tal vez esto, que resulta muy comprensible en términos intelectuales, aparezca desvaído en el orden de las vivencias para una sensibilidad como la nuestra actual, que el ejercicio, cada vez más intenso a lo largo de cuatro centurias, del cinismo político, ha embotado de modo penoso; pero la reacción indignada que las primeras manifestaciones de ese cinismo - tan débiles, sin embargo, al lado de las que nuestra generación ha presenciado - hubo de producir en la conciencia europea, y de la que ofrece documentado testimonio la literatura antimaquiavelista de los siglos XVI y XVII, evidencia hasta qué punto se sintió en el seno de nuestra cultura el alcance funesto de esa subversión. Por lo demás, es bien significativo que la reacción antimaquiavelista fuera sostenida por los portavoces de la tradición universalista católica, antimoderna, en cuya defensa se había empeñado el Imperio español, y que tal defensa constituyera un verdadero callejón sin salida: la politización de la vida humana, toda ella subordinada ahora a los fines del Estado, venía exigida por la empresa de dominación del planeta, tanto política como técnico-material, que el hombre cristiano iba a llevar a cabo durante el curso de la Edad Moderna. (...) .
El que esta obra pudiera llegar a ser cumplida, en lo que se refiere a la organización político-social, sin necesidad de dar un nuevo paso para ampliar las bases nacionales que fueron su punto de partida (...) puede bien considerarse como una desgracia y causa de los peores trastornos que ha sufrido y sufre el mundo en el curso de la crisis actual. (...) la colaboración en el terreno técnico-material entre las distintas naciones estaba garantizada por el carácter objetivo de la investigación científica, cuyos resultados no podían ser conservados a la larga en monopolio, pese a los cuidados más celosos... y de ese modo, los círculos nacionales pudieron extender la civilización occidental a todo el planeta mediante acciones independientes y rivales, en cuyo curso de producían rozamientos y conflictos entre ellos... . Tales conflictos, sin embargo, no habían de tener por lo pronto el carácter agudo que asumieron por último en el siglo actual. Era una lucha parcial en torno a objetivos delimitados, en la que no se ventilaba la existencia de las unidades políticas implicadas... mientras quedaran en el planeta sectores libres disponibles para la iniciativa colonizadora. El agotamiento de las posibilidades de este orden sería la señal para iniciación de conflictos totales, destinados a dirimir, decidiendo acerca de la existencia de las unidades políticas - nacionales - en lucha. (...)
Una nueva nacion, Alemania, "llegada tarde al reparto de la tierra", "reclamaba su lugar al sol" y ponía en planta una serie de pretensiones y alegados derechos que han sido, hasta el último instante, el eje polémico de su agresión contra los beneficiarios del status quo"
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