1/3/09

C. Schmitt 1938

Acaso no valga la pena el esfuerzo por llegar a entender nuestra pacífica impotencia, a menudo concebida como bienestar. Bienestar que es la reducción - neutralización - de la felicidad: corazón de la teología. En cualquier caso el esfuerzo no arroja resultados políticos visibles, aunque conduce a silenciosas compañías adornadas con los viejos harapos de la tradición. Es el caso de Carl Schmitt, más allá de eventuales deorientaciones o entregas al Zeitgeist.

"Una distancia infinita separa el Estado técnico neutral de la comunidad medieval. No sólo en lo que toca a la fundamentación y construcción del "soberano", pues en esto resulta bien patente el antagonismo entre el derecho divino de los reyes como "personas sagradas" y el mecanismo de mando "Estado" construido a la manera racionalista, sino también en los conceptos jurídicos fundamentales, perfectamente distintos, que configuran la situación jurídica de los súbditos de estas dos entidades diferentes. En una comunidad medieval, el "derecho de resistencia" feudal o estamental contra un gobernante injusto es evidente. El vasallo o el estamento pueden invocar un derecho divino lo mismo que su señor feudal o territorial. En el Estado absoluto de Hobbes poner el derecho de resistencia como "tal derecho" en el mismo plano que el derecho estatal, es absolutamente absurdo desde el punto de vista de los hechos y desde el punto de vista del derecho. Frente al "Leviatán", mecanismo de mando técnicamente perfecto, todopoderoso y capaz de aniquilar cualquier resistencia, resulta prácticamente vana toda tentativa de resistir. Pero es que, además, la construcción jurídica del derecho de resistencia resulta imposible hasta como problema. No se puede construir ni como derecho objetivo, ni como derecho subjetivo. No tiene cabida posible dentro del ámbito dominado por la gran máquina irresistible. Carece de punto de inserción, de lugar; es, en sentido genuino, "utópico". Frente al incontrastable Leviatán "Estado", que a todos somete por igual a "su ley", no existe el "estamento" ni cabe resistencia de un "estamento contrario". O el Estado existe realmente como tal Estado y funciona como instrumento incontrastable de la paz, de la seguridad y del orden, y tiene de su parte el derecho objetivo y el derecho subjetivo, puesto que como legislador único y supremo crea él mismo todo derecho, o no existe realmente y no cumple su función de asegurar la paz"

Pero aquel Leviatán Absoluto no es todavía el nuevo Leviatán Total del liberalismo moderno. El Estado absoluto será derribado merced a la mínima fractura que admite entre el fuero interno y el fuero externo. En el espacio de la que se llamará con fascinante ambiguedad "sociedad civil", donde habita la crítica y crece la legión de logias, conventículos, sinagogas y círculos literarios, en el espacio de la privacidad, cubierta siempre de su máscara a-política, se desarrolla la hostilidad contra el viejo Leviatán. Una vez hundido, sobre su tumba se erigirá un nuevo orden cuya infinita flexibilidad moral se nos ofrece como bienestar y liberación.

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