El final de la Unión Soviética supuso efectos históricos de enorme alcance, pero en el terreno educativo no puedo dejar de recordar que coincidió con la implantación de la LOGSE. Los acontecimientos históricos de primera magnitud arrastran una gran cantidad de alteraciones menores, en concurrencia con líneas de causalidad de muy diversos órdenes. Así pues, entiendo que el final de la URSS remótamente coadyuvó a la transformación de nuestro modelo educativo: diversificación creciente, introducción de contenidos ultramodernos, psicologización y tutorización cívica de la población... Ese modelo ha ido acentuando su inconsistencia con los años, siempre en la atmósfera del final del mundo histórico y la era del paraíso liberal o democrático, que la victoria del "Mundo Libre" había hecho posible.
Los elementos nuevos de la situación educativa crecían en la atmósfera psicopedagógica y suponían - en general - una liberalización educativa: optatividad, atención psicológica "personalizada", relajación disciplinaria... todo ello unido a la terrible infección relativista sobre los contenidos histórico-filosóficos de la vieja tradición. Esta relativización, por lo demás parte de un proceso multisecular, es un elemento ideológico esencial para hacer pasar la liberalización eductiva en cuestión. Además, por entonces tales contenidos tradicionales se vincularon al franquismo, delatándose un criptofranquismo ubicuo, que sirvió para demoler contenidos cuya raíz - constitutiva de la vieja Europa - se encontraba a muchos siglos de distancia de nuestra guerra civil. Se trataba de un ataque en forma a la tradición, de la que han participado, también y por supuesto, los liberales que, sin embargo, aún aceptaban llamarse conservadores. En fin, entre socialdemócratas y liberales pseudoconservadores (las fuerzas que han gestionado en Europa el resultado de la gran guerra durante los últimas siete décadas) han ido hundiendo los, en cualquier caso, residuales contenidos histórico-filosóficos de la educación tradicional; y así hemos llegado a la actual coyuntura. En otros países, en los que el proceso es anterior, dado que aquí el franquismo supuso una anomalía de treinta años, se preservaron en contextos de laboratorio auténticas élites, todavía consagradas al estudio en su sentido clásico, élites que han ido sucumbiendo parsimoniosamente. En España esas minorías han carecido del carácter artificial y elitista de las momias europeas de la cultura, pero han ido desapareciendo con la extinción misma de sus vidas individuales en los últimos treinta y cinco años de democracia coronada. Eran además fácilmente reos de la eficaz acusación de criptofranquismo. Hoy ya no queda casi nada.
Cuando leo que la reestructuración actual de la educación pública suprime las tutorías... casi sufro un espejismo. Sería hermoso erradicar las tutorías y con ellas a los profesionales de la orientación y todo el caldo insubstancial del pedagogismo moderno. Pero el espejismo dura un instante, es una medida sin gravedad, un elemento más en la reconversión económica del sector. La nueva reestructuración es una explosión relativista final que ha de conducir a la perfecta liberalización de la educación, sometida fielmente a las exigencias del mercado.
Cito a uno de los anómalos supervivientes de nuestro pasado inmediato, cuya lectura recomiendo encarecidamente a los profesores de secundaria en nuestro actual verano de militancia. Escribió Rafael Sánchez:
"Parece que sigue estando en discusión la dualidad entre enseñanza pública y enseñanza privada. Al distinguir la segunda con la sola determinación de "privada" se pasa en silencio el rasgo en que habría que haber puesto antes el acento: "de pago". Como tal discusión se ha centrado en la reivindicación del derecho de la libertad de enseñanza, se ha dejado de lado el factor principal: que los papás y las mamás que reclaman libertad de elegir para sus hijos la enseñanza que crean conveniente tienden a mandarlos a "colegios de pago". Sólo los de mi ya avanzada edad recordarán el enorme valor que tenía la fórmula "Un muchacho educado en los mejores colegios de pago", como una credencial cotizadísima no sólo para lograr un puesto, sino incluso para contraer matrimonio La diferencia está en que mienstra hoy hay muchos colegios de pago, y que pueden por tanto contratar profesores más caros, que están en manos de laicos, en mi tiempo casi todos los colegios de pago eran de religiosos. Y esta diferencia aparejaba, además, lo siguiente: un colegio de jesuitas, por ejemplo, sacaba todos su profesores, salvo raras excepciones, de la propia Compañía de Jesús; profesores, que, al estar sometidos al voto de pobreza, no recibían remuneración alguna, de modo que los colegios de pago de los jesuitas, por mucho que la Compañía se reservase un mayor o menor porcentaje de ganancia para las atenciones y finalidades de la propia institución, podían mantener los precios a un nivel por lo menos relativamente bajo, aparte de admitir un cierto número de becarios. (...). Por otra parte, estaría muy equivocado el que pensara que aquellos profesores jesuitas, sin salario alguno, fuesen mínimamente incompetentes en sus asignaturas respectivas, por el contrario, yo mismo habiendo estudiado cuatro años en el internado de Villafranca de los Barros, puedo dar fe de la excelente calidad académica que en todas las asignaturas exigían y lograban los jesuitas de su profesorado... (...)...
Como quiera que sea, hay que decir que los colegios de pago religiosos, ajenos por lo menos en principio, al furor de lucro, nunca podrían haber elevado sus matrículas hasta los niveles de la escala de precios que los actuales colegios de pago de carácter laico, y por tanto con el pleno derecho de regirse pro el puro criterio de la maximización del beneficio empresarial, pueden llegar a permitirse alcanzar. (...). ....estos colegos de pago laicos, en cuanto empresas privadas plenamente modeladas con arreglo al principio liberal del beneficio, podrían llegar a multiplicar por 5 o por 50, a través de los precios de matrícula, la profundidad del escalón económico y social que antaño se interponía entre "la niñas de pago" y las "gratuitas". No queda más que defender la enseñanza gratuita, que hoy por hoy se nos ofrece como enseñanza pública estatal, pero teniendo en cuenta que los que propugnan la libertad de enseñanza no sólo apoyan en su nombre la existencia de enseñanza privada, sino que también coinciden en gran parte con los apologetas del "Estado mínimo"... .
(...)Al fomentar con una propaganda cada vez más insistente, una desconfianza generalizada hacia las instituciones estatales, es sólo una ficción - que hasta los propios "antiestatistas" se creen de buena fe - la de que lo que se está haciendo es tratar de liberar a los individuos del carácter opresivo, "dirigista", del Estado (...), lo que se logra, en realidad, es inducir una actitud de retraimiento antisocial, de recelosa y atemorizada prevención frente a todo ámbito de vida pública, como debería ser precisamente, en grado máximo, el de la enseñanza.(...).... lo que en verdad se manifiesta no es sino la presión de una economía privatizante por disolver - en un circuito de realimentación positiva, efecto y causa de sus propias consecuencias - los últimos residuos de socialidad y vida pública. Halagando aquel triste ... fetiche de la Ilustración: "la autonomía del individuo", con el espejuelo del derecho de cada cual como contribuyente y como consumidor, en lo que se termina es en desalojar la plaza pública y enclaustar a los individuos en la estrechez psicológica y mental de su privacidad.
De la ya mencionada invasión de lo público por lo privado, la manifestación más ostensible y más sangrante y que agrede y corroe más fuertemente el carácter eminentemente público que deberían tener las relaciones de enseñanza es la práctica consuetudinaria, establecida en los últimos 20 o 30 años y hoy no sé si hasta jurídicamente sancionada, del derecho de intervención que se concede a los papás y las mamás de los alumnos, no sólo en los colegios de pago, sino también, aunque no sé en qué grado en los colegios o institutos públicos, para coprotagonizar con los profesores las tareas de la enseñanza" (Rafael Sánchez Ferlosio. Borriquitos con chandal. En: La hija de la guerra y la madre de la patria. Destino. Barcelona. 2002, págs.17-45)
Añadiría que la presencia de la función orientadora y de la tutoría supone no ya una invasión, sino una conversión de la labor pública en ejercico psicológico y formal de atención privada. Añadiría que sólo disponiendo el proceso que señala Ferlosio en perspectiva histórica, y por lo mismo política, podríamos llegar a entender el presente al que nos vemos traídos.
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