La antigua analogía entre la vida civil y el teatro ha resultado y resulta, sin duda, muy fértil. Es cierto que a menudo sucede que olvidamos la índole metafórica de esta imagen y extremamos las semejanzas olvidando la diferencia esencial sobre la que la analogía se sostiene: la persona no es un personaje, el espacio público no es un escenario...
En función de esta analogía el hypókrítes resulta ser la propia conciencia singular, el núcleo personal de la acción singular: es la conciencia que soporta la máscara pública. La disociación entre ambas dimensiones no consiente su separación real, pero tan anómalo como el que padeciera una distancia infinita entre su centro oculto y su manifestación pública, sería el que padeciera una inmediación sin distancia entre conciencia y acción. La disociación forma parte de la naturaleza trágica de la persona.
Pero - establecidos estos puntos - los momentos en que se desvela (aletheia) bajo la máscara el gesto invisible, permiten reconstruir la figura completa de un rostro. Se culmina verdaderamente la imagen de la persona completa. Es metafísica la concepción de ese fondo oculto en términos de conciencia individual exenta: uno solo a solas consigo mismo, en una suerte de unidad de totalidad o simplicidad perfecta que sólo tiene sentido como concepto límite. Esa intima unidad remite a círculos de relación más estrechos, pequeño teatro en el que el sujeto ofrece, ante sus prójimos más cercanos, un gesto que esconde en el gran teatro del mundo.
Dª Esperanza Aguirre ha sido inadvertidamente oída por el gran público cuando se presentaba ante círculos de próximidad a los que habitualmente no tiene acceso la expectante ciudadanía. Como todo hijo de vecino ha dejado ver un momento de su figura personal que no se ajusta perfectamente con su imagen pública. Esto, como decía, es lo común y nada hay en esa disonancia que haya de reprobrarse. Pero así como no lo reprobamos - como haría el moralista abstracto que en su indignada actitud esconde de hecho, un neo-catarismo radicalmente hipócrita - sin embargo, tratamos de aprender lo que esta oportunidad nos ofrece, en la medida en que nos permite completar nuestra imagen del verdadero rostro de la excelentísima presidenta.
Por mi parte, al margen del contenido de unas frases atrapadas en uno u otro momento, referidas o no a algún adversario político o una situación específica, me sorprende el contraste entre la voz meliflua que alaba la que llama excelencia educativa y el bilingüismo eficaz, y el durísimo susurro que alude al hijoputa o al puto duro. Si al menos nuestros ineducados oídos hubieran escuchado el inconfundible fuck off! o el kiss my ass! de la hermosa lengua de los piratas... No ha sido así, Aguirre ha pronunciado un muy castizo título, que nos da idea de la dureza de su persona, aviso importante tanto para su administrada ciudadanía cuanto para sus adversarios y enemigos políticos. Es muy posible que lo que aquí se revela no estuviera oculto, pero su contundencia es indudablemente un nuevo dato.
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