"Las partes componentes de una familia son las existencias humanas y los bienes y efectos móviles o inmuebles. Y así como la familia no es una excepción a la regla de que la naturaleza de una cosa debe primeramente ser estudiada en su más escueta y simple forma, seguiremos a Hesíodo y comenzaremos por sentar este postulado:
Se necesita primero la casa y la finca, y una mujer; un robusto buey de labranza, para la tierra.
Porque el lugar tiene la precedencia entre nuestras necesidades físicas, y la mujer la tiene entre nuestros compañeros libres. Por esta razón uno de los cometidos del arte de la administración doméstica es el de establecer un orden en las relaciones mutuas entre el hombre y la mujer; en otras palabras: procurar que ello sea lo que debe ser.
De entre las ocupaciones que se dirigen a atender nuestras posesiones y bienes muebles, vienen en primer lugar las que son naturales. Entre esas ocupaciones, la precedencia corresponde a cualquiera que vaya dirigida al cultivo de la tierra; aquellas que, como la minería, van dirigidas a extraer la riqueza de su seno, ocupan el segundo lugar. La agricultura es la más honesta de todas estas ocupaciones; supuesto que la riqueza que ella produce no deriva de otros hombres. En esto se distingue del comercio y de los empleos asalariados, que adquieren la riqueza de otros por medio de su consentimiento; y de la guerra, que la saca por la fuerza y sujeción. Eso es también una ocupación natural, porque, por convenio de la naturaleza, todas las criaturas reciben el sostenimiento de sus madres, y el género humano, como los demás, lo recibe de su madre común, la tierra.
Además de todo eso, la agricultura contribuye notablemente a la formación del carácter verdaderamente viril, porque, contrariamente a las artes mecánicas, no estropea ni debilita los cuerpos de los que se dedican a ello, sino que los habitúa a la vida al aire libre y al trabajo y los vigoriza de cara a los peligros de la guerra. Porque las posesiones de los agricultores y granjeros, contrariamente a las de los demás hombres, están fuera de las defensas de la ciudad." [Aristóteles, Obras. Aguilar 1973 p. 1378.]
Se necesita primero la casa y la finca, y una mujer; un robusto buey de labranza, para la tierra.
Porque el lugar tiene la precedencia entre nuestras necesidades físicas, y la mujer la tiene entre nuestros compañeros libres. Por esta razón uno de los cometidos del arte de la administración doméstica es el de establecer un orden en las relaciones mutuas entre el hombre y la mujer; en otras palabras: procurar que ello sea lo que debe ser.
De entre las ocupaciones que se dirigen a atender nuestras posesiones y bienes muebles, vienen en primer lugar las que son naturales. Entre esas ocupaciones, la precedencia corresponde a cualquiera que vaya dirigida al cultivo de la tierra; aquellas que, como la minería, van dirigidas a extraer la riqueza de su seno, ocupan el segundo lugar. La agricultura es la más honesta de todas estas ocupaciones; supuesto que la riqueza que ella produce no deriva de otros hombres. En esto se distingue del comercio y de los empleos asalariados, que adquieren la riqueza de otros por medio de su consentimiento; y de la guerra, que la saca por la fuerza y sujeción. Eso es también una ocupación natural, porque, por convenio de la naturaleza, todas las criaturas reciben el sostenimiento de sus madres, y el género humano, como los demás, lo recibe de su madre común, la tierra.
Además de todo eso, la agricultura contribuye notablemente a la formación del carácter verdaderamente viril, porque, contrariamente a las artes mecánicas, no estropea ni debilita los cuerpos de los que se dedican a ello, sino que los habitúa a la vida al aire libre y al trabajo y los vigoriza de cara a los peligros de la guerra. Porque las posesiones de los agricultores y granjeros, contrariamente a las de los demás hombres, están fuera de las defensas de la ciudad." [Aristóteles, Obras. Aguilar 1973 p. 1378.]
II.
"La ley de orientación agrícola de 1960 planifica la "eliminación" de los "viejos", es decir, de los "campesinos tradicionales" de la agricultura, al instaurar una renta vitalicia de jubilación. Fue así como entre 1963 y 1968 un tercio de la superficie agrícola francesa fue liberada. La Mutualidad Social Agrícola creó clubes de la tercera edad. Pero como algunos "viejos" intentaban mantener su impronta en la explotación, se implantó una nueva legislación del trabajo y cambios en las modalidades de sucesión para debilitar su poder. La instauración de un salario mínimo agrícola garantizado (1950 y 1970), del permiso de maternidad y del estatus de "asociado de explotación", que asegura una remuneración y posibilidades de formación para los jóvenes que trabajan con sus padres, modificaron de forma duradera las relaciones de trabajo en el seno de la familia. En consecuencia, las esposas de agricultores reivindicaron un estatus, lo que reforzaba la aparición de nuevas relaciones de producción dentro del núcleo familiar.En el ámbito de las sucesiones, por una modificación de la ley de sucesión, específica para la agricultura, la función patrimonial se desgaja de la función de empresa. De paso, notemos que la obligación para aquel que permanece en las tierras de indeminzar a los que tengan derechos sobre ellas, es un medio de drenar la riqueza agrícola hacia otros sectores de la economía. La instalación reemplazó a la sucesión, la competencia sobrepasó a la experiencia. La puerta se abrió a la explotación agrícola moderna, liberada de las cadenas familiares. Una situación que resume Alice Barthez:
"Los jóvenes que se expresan en términos de instalación en lugar de sucesión rechazan la dominación por edad y por experiencia, denuncian el trabajo gratuito que resulta de las relaciones familiares, y consideran el igualitarismo familiar como una desigualdad social. Por ello se vuelcan al intercambio de mercado, a la producción contra la reproducción y la herencia, a la tecnología salida de la ciencia, contra las técnicas transmitidas por la experiencia paterna. Se afirman como autónomos en referencia a una dependencia familiar que reprueban como un impedimento al desarrollo de su capacidad de producir" (Alice Barthez. Famille, travail et agriculture. Economica. París, 1982, p. 177)"
[Silvia Pérez-Vitoria. El retorno de los campesinos. Icaria.2010]
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