Los medios de formación de masas no han perdido ocasión para enfrentar al extremo las convocatorias masivas de los afectos al movimiento del 15 de mayo y de los católicos, celebrantes de la Jornada Mundial de la Juventud. Sin duda, casi han logrado extremar el choque evitando cualquier discusión.
Pero su éxito no ha sido completo porque hoy aparece un signo no ya de la conocida potencia de una Iglesia que, pese a la enormidad histórica de Roma, padece - entre nosotros - una alarmante astenia, sino también de la potencia efectiva del institucionalmente embrionario movimiento del 15 de mayo. En efecto, la celebración de una asamblea conjunta, pese a la alharaca política y mediática es un valioso signo en medio de la atmósfera pestilente de los medios de formación de masas.
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