25/11/08

Nótulas. Sobre R. Koselleck (8).

Lessing representa la plena consciencia del valor político del secreto masónico. Aunque Lessing no pasó del tercer Johannesgrad en la jerarquía, su aguda sensibilidad no le permitía desatender la gravedad política de los conjurados. El campo de acción de la masonería es el mundo, señala Lessing por boca de Falk - el iniciado - un campo de acción que presenta tres males fundamentales: la pluralidad de Estados, la pluralidad de estamentos, la diversidad de religiones e iglesias. Focos de aplicación de los ataques del cosmopolitismo masónico.
Ahora bien, semejantes escisiones no son contingentes, sino que forman parte de la estructura misma de la realidad histórica.

"¡En fin! sólo es posible unir a los hombres mediante la separación, sólo mediante una incesante separación pueden ser mantenidos en unión. Esto es así y no puede ser de otra manera"

Inscrita en la naturaleza humana la distinción entre clases y estados, así como la división religiosa, no son objeto de desestimación moral absoluta. Pero frente a ese mal la francmasonería busca que no conozca un mayor incremento que el inevitable. Son los males que acompañan necesariamente a la política, una política que se identifica con el mundo.
La sociedad secreta crece bajo la cobertura de los Estados pero para oponerse a su proliferación y exceso. La realidad de un mundo deficiente debe ser contenida, en lo posible, por la sociedad moral secreta. Así pues, el objetivo último de los masones radica, apunta Lessing, en hacer superfluos los Estados, su mandamiento exige - en suma - intentar lo políticamente imposible, o acaso lo políticamente (im)posible. Sobre la división política se sitúa el sistema cosmopolita de los fines morales, de suerte que los estados aparecerán sólo como medio para los hombres afincados en ese sistema moral de fines. Sistema utópico por su contenido pero de indudable eficacia política, dado que de modo históricamente inevitable habrá de afrontar la raíz del mal, es decir, afrontar la esfera política estatal.
El mudo arcano de la masonería radica en la certidumbre de este inevitable conflicto entre los fines morales del hombre y la insoslayable realidad política. Es consecuencia interna del trabajo moral de los hermanos el asalto a un campo político, del que inicialmente se separan, sin dejar de acogerse a su protección pero para prosperar en su contra.
Un dualismo profundo opone las leyes cosmopolitas que prescriben la felicidad de todos y cada uno de los hombres a la legalidad política resumida en la razón de Estado. Pero esta gravedad política de los fines morales ha de pasar en sigiloso silencio, es el contenido fundamental del arcano. Ahora bien, la realización de los fines morales últimos - la realización del pleno género humano - está limitada por la realidad ontológica de las separaciones y abismos antropológicos contra los que, sin embargo, puja la ejecución de la planificación moral. El secreto no envuelve planes directamente subversivos sino la consecuencia política derivada o indirecta de una planificación moral humanitaria y abstracta.
Así paulatinamente se afirma una inversión que pasa de la formación de un poder indirecto a la forma política directa por acción violenta. Es pantente esta inversión en el seno de la orden de los Iluminaten, fundada en 1776 - año de la Declaración americana de Independencia - que desde su origen se presenta en oposición combativa contra el absolutismo y los "religionarios". La transición de la defensa al ataque podría, sin embargo, graduarse puntualmente. En efecto, la reforma de las logias francesas tras 1773 significaría un grado nuevo de su despliegue político. En aquella reorganización ocupa un lugar fundamental la logia de filósofos y enciclopedistas (Las Nueve Espadas), eslabón social que vincula la República de las letras con la organización masónica. Benjamin Franklin, su Gran Maestre entre 1779 y 1782, impulsó una labor propagandística intensa en pro de ideales republicanos, históricamente realizados en América. La reforma animó el crecimiento: de las 164 logias francesas en 1772 se pasaría a 629 en 1789. En vísperas de la revolución la francmasonería representa, junto a las sociedades de pensamiento (sin olvidar clubes, salones, academias...) una notable organización social ajena al Estado. La presión social de la ley moral (the law of opinion or reputation -Locke-) daría paso a la planificación directa de sus veredictos morales.
En realidad la confrontación era patente desde el inicio, basta reparar en la obligación - que afecta a todas las logias - expresa en la constitución masónica, a conceder protección a sediciosos y a rebeldes siempre que se juzguen moralmente intachables. Disposición no extraestatal, sino abiertamente antiestatal.
Pero esa oposición se pretenderá ejercida desde un plano superior, la sociedad secreta no es ya extra o, incluso, antiestatal, sino fundamentalmente supraestatal como una moralidad metapolítica. Su presuntamente exclusiva finalidad moral provee, además de legitimidad, de una ingenua garantía de inocencia y pulcritud en la realización de sus fines. El Estado se derrumbaría por añadidura, de un modo casi accidental, en función de un moral que "enseña a los hombres a considerar superfluos a príncipes y Estados". Se da así la paradoja de un creciente encubrimiento de la eficacia política contraria al Estado en proporción a la antítesis creciente entre Estado y Sociedad.
Tanto en el Règne de la Critique o République des Lettres como en las Logias los burgueses combaten con medios indirectos políticamente, pero eficacísimos. Escribe Wieland en relación al Secreto de la Orden de los Cosmpolitas.

"Todavía yace la parte más extensa y más hermosa de Europa bajo una presión que sofoca las fuerzas más nobles de la Humanidad. Todavía hay Estados donde la fuente de las leyes no es la razón común y general, sino la mente, necia con harta frecuencia, y la indecisa voluntad de una única persona"

La Crítica conduce inexorablemente a la Crisis.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuelgue vuesa merced aquestos escritos en su perfil de facebook. Hágame el favor.

DE LA NADA, QUE AVANZA

Ese título es casi un lugar común, el desierto debiera habernos asfixiado ya. Acaso lo ha hecho. Me miro las manos, nervudas y cruzadas de v...